viernes, 25 de diciembre de 2020

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder

   Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas junto a ellos. Algunos me observaban con muecas de satisfacción o curiosidad, mientras que otros  contemplaban a las banshees que estaban cada vez más cerca. Todos serían cómplices de mi final y no había ningún rastro de remordimiento en sus ojos. Mi nombre no sería más que un recuerdo al amanecer y mi ser sufriría la más cruel de las metamorfosis.
   Los esbirros de la muerte atravesaron el aquelarre hasta llegar hasta su objetivo, yo. Estaba paralizado y ni siquiera era capaz de seguir gritando. Las cenizas no tenían piedad y  mis lágrimas se convertían en arena sin salir de mis ojos. Casi no podía ver ni respirar, pero me aferraba a la vida con todo mi ser porque era lo único que me quedaba.
   Observé a través del cuerpo etéreo de uno de los espectros como Cristina se ponía de pie. Al ser tan pequeña pasó desapercibida. Todos los ojos estaban puestos en mí y en las banshees que casi rozaban mi piel.
   Recordé el ritual que Tamara y yo habíamos hecho. En nuestro rito de amor cubiertos de sangre, Tamara había pedido protección para mí, pero también para Crisy. Quizás yo no tenía fuerzas para enfrentarme a Amaia, pero una pequeña chispa de esperanza afloraba en mi interior. Cristina y yo teníamos una enemiga en común. Era solo una niña, pero quizás tuviera el poder para ayudarme de alguna forma.
   Me miró a los ojos y asintió con la cabeza. Tal vez, si tenía suerte, ella podría acabar con mi vida antes de que las banshees tomaran control sobre mi alma. Sin embargo, los planes de mi hermana eran muy diferentes. 
   Cristina se desprendió de su sombra que ganó altura y corporeidad. El ente de oscuridad que la niña controlaba hizo una señal y las banshees detuvieron su marcha.
   —¡Por favor, no lo hagas! —le rogó Amaia a Cristina.
 Las damas de la muerte giraron sobre sí mismas sin dejar de llorar y se volvieron contra el grupo oscuro de mi madre. Algunos magos y brujas intentaron huir, pero uno a uno fueron cayendo tomándose el pecho y con expresiones de dolor. Incluso Amaia a quien suponían aliada de la muerte cayó sin vida. Tal vez ella nunca había tenido control sobre las banshees. Sin embargo, aquellos seres respondían a los deseos de Cristina.
   Mi hermana permanecía de pie en medio de los cuerpos inertes con una expresión indescifrable en el rostro. Una vez que cumplieron su misión las banshees se marcharon deslizándose al ras del suelo de la misma forma en la que habían llegado. Se adentraron en el bosque y su llanto se fue escuchando cada vez más lejano.
   Cristina se arrodilló a mi lado y desató uno de mis brazos lo más rápido que sus pequeñas manos se lo permitían. Temblando me deshice de las cuerdas que me apresaban y una vez libre retrocedí arrastrándome en la tierra hasta quedar sentado con la espalda apoyada contra un pino. La mayoría de las velas permanecían encendidas y dibujaban luces y sombras en los cadáveres del extinto aquelarre.
   La criatura que acompañaba a la niña como si fuera su oscuro ángel de la guarda le susurró algo al oído y ella me lo transmitió.
   —No te preocupes. Papá pudo llegar al hotel gracias a sus antiguos aliados. Ya encontró a los demás que estaban encerrados y vienen en camino. No tardarán en llegar —dijo y me regaló una tierna sonrisa que me produjo un escalofrío.
   Aquello significaba que mis amigos estaban vivos. Saberlo me reconfortó e intenté no preguntarme cómo Crisy era capaz de mantenerse tan tranquila después de la masacre de la que había sido autora. Me había salvado, pero qué sucedería si alguna vez dejaba de considerarme su aliado. Tenía solo cinco o seis años y su magia sobrepasaba a la de cualquiera que hubiese existido jamás. 
   La criatura a su lado volvió a camuflarse como una simple sombra. Tal vez fuera un ente creado por ella, pero algo me decía que aquello era mucho más que una simple invocación. El ser parecía contar con voluntad propia y eso me aterraba.
   —¡Rápido! ¡Ponete de pie! ¡Los demás ya vienen! —apremió Cristina que parecía emocionada y se levantó.
   Hice acopio de todas mis fuerzas para incorporarme. Sentía que las piernas me fallarían en cualquier momento por lo que apoyé mi espalda en el grueso tronco del pino que tenía detrás.
   Escuché pisadas y distinguí las luces de unas linternas entre la espesura. Uno a uno fueron apareciendo los rostros de todas las personas importantes para mí a las que hasta hacía algunos minutos creía haber perdido para siempre. Los primeros en llegar fueron los hermanos Nairov que miraron con asco y asombro los cadáveres. Los siguieron Tamara y Sebastián que llevaba a Ailén de la cintura. La recepcionista tenía una venda en la cabeza y tenía varios hematomas, pero estaba viva. Finalmente se hizo presente mi padre secundado por Alfonso Aigam y Ariel. La sombra  le había dicho a Crisy que mi padre había llegado gracias a la ayuda de antiguos aliados. Sin lugar a dudas se refería al viejo Al y a su nieto.
   Las miradas de todos los presentes se alternaban entre los muertos, Cristina y las marcas en mi cuerpo. Nadie parecía comprender nada de lo que había sucedido. Incluso yo que había estado presente cuando ocurrió tenía dificultades para seguir el hilo de mis pensamientos. De alguna forma el destino se había torcido a mi favor gracias a mi pequeña hermana.
   —Aquel que controle la muerte tendrá dominio sobre la vida —dijo Cristina, rompiendo el silencio de la noche y se arrodilló ante mí.
   Un murmullo se extendió entre los presentes que poco a poco se postraron a mi alrededor. Me miraban con respeto y admiración, aunque también podía distinguir el miedo aflorando de su interior.
   No entendía qué era lo que pretendía Cristina al darme el mérito de sus acciones. De pronto recordé la advertencia que me había hecho el rostro de Susana en el lago. Tenía que mantenerme alejado de Crisy. Estaba claro que la niña era muy peligrosa, pero había salvado mi vida y nuestros destinos ya se habían unido.
   Busqué apoyo en los ojos de mi padre. Andrés Rochi por primera vez me observaba con profundo orgullo. A la vista de todos había acabado con el aquelarre más poderoso y con ello me había ganado una posición de liderazgo. Sin embargo, no sería más que un títere de quien realmente tenía el verdadero poder. Sería el rostro visible, pero también alguien reemplazable si no se cumplían los deseos del poder detrás del poder. Crisy sería el verdadero poder oculto y nada ni nadie en la tierra tendría la fuerza para enfrentarse a sus deseos.
   El miedo se apoderó de cada fibra de mi ser. Quizás Tamara pudiera comprender lo que en verdad había sucedido. Ella tenía que saber qué hacer. Siempre había sido como un faro que con su luz me guiaba cuando todo parecía perdido.
   Estaba arrodillada ante mí y me observaba con auténtico terror. No quedaba ningún rastro del amor que alguna vez había visto en ellos. Sentí que mi corazón se rompía y me invadió la desesperanza. Mi destino había sido escrito y me había transformado en lo que mi padre y el viejo Al se habían esforzado en convertirme. Me había vuelto el líder del aquelarre aunque tan  solo fuera en forma simbólica.

   Cristina se levantó y se acercó a mí. Tomó mi mano y luego extendió su otra mano hacia mi padre. Se puso de pie y tomó su mano como si fuéramos una familia normal. Nuestra dinastía acababa de comenzar. Sin embargo, no estaba dispuesto a afrontar todo lo que vendría sin Tamara. Imitando a mi hermana extendí mi mano hacia mi novia que con las pupilas dilatadas por el miedo y una mano en su vientre se unió a mí. Mantenerla a mi lado por miedo era mejor que perderla por completo. Nunca iba a renunciar a ella. Yo sí la amaba. 

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