viernes, 27 de diciembre de 2019

Capítulo 12: SUEÑOS INFILTRADOS

Todo el mundo debe haber soñado alguna vez con imágenes de algo que le sucedió ese día, esa semana o en algún momento de su infancia o quizá también, con algún tema que le preocupase en particular o incluso con nimiedades de su día a día. Es común arrastrar fragmentos de nuestras vidas al mundo de los sueños, pero aquellos elementos o criaturas que son propias del mundo onírico, no deberían poder sobrepasar los umbrales del inconsciente para abrirse paso a la realidad de la vigilia. Permitir que algo así suceda parecería ir en contra de las leyes naturales, de la misma forma en que no se puede regresar de la muerte o caer hacia el firmamento desafiando la gravedad. Aquellas criaturas no deberían estar en nuestro mundo. Los seres de mis sueños habían atravesado aquella barrera que les debería ser prohibida, el umbral que las separaba de quienes pueden soñar y ahora estaban aquí.
Desperté sobresaltada al igual que tantos otros días, pero en aquella ocasión, en lugar de un grito ahogado comencé a sentir como si mi alma quisiera escaparse de mi cuerpo. Una corriente helada salía de mis pulmones y se abría paso por mi garganta y por mi boca mientras yo sentía que me asfixiaba. Una luz cegadora que emanaba de mi interior se fue moldeando en la figura de un ser que se desdobló a sí mismo creando otra criatura idéntica a él.
Aquellos extraños seres me observaron con sus rostros sin facciones durante algunos segundos en los que me quedé paralizada. Tan sólo podía temblar. Pasados unos instantes, se esfumaron frente a mí. Me aferré a la esperanza de despertar tarde o temprano, pero eso no ocurrió. Estaba despierta y aquellos seres ahora formaban parte de mi mundo. Eso no podía estar bien.
En cuanto pude volver a moverme me dirigí lo más rápido que pude al cuarto de mi madre y abrí la puerta procurando no hacer ruido. Ella dormía profundamente al igual que mi bebé. Me acerqué al moisés y besé la frente de mi hija con ternura.
No sabía qué era lo que buscaban aquellos extraños e inquietantes seres en mi mundo, pero tenía un mal presentimiento. Lo único que esperaba era que no viniesen a hacernos daño. Sentía que tenía que proteger a mi familia, pero lo cierto es que no tenía idea de cómo hacerlo. Ni siquiera podría revelarle lo ocurrido a mi madre sin que me tomara como a una completa demente.
Aquella mañana nadie notó el temor que sentía. Probablemente, después de todo lo que me había ocurrido había incorporado el miedo como una constante en mi vida.
Las palabras del conductor del noticiario me sacaron de mis pensamientos. Al parecer, habían encontrado asfixiadas a las dos primeras jóvenes que habían logrado escapar de los prostíbulos. Distinguí como una sombra de preocupación surcaba el rostro de mi madre y me pregunté si la muerte también me estaría acechando. Tenía el presentimiento amargo de que los seres de luz que salieron de mi interior podrían estar de alguna forma involucrados con aquellas muertes.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Capítulo 11: IMAGEN

Miguel me acompañaba a casa cada vez que salíamos de la terapia grupal. Solíamos caminar despacio y conversábamos bastante. Hablábamos de cómo había estado nuestra semana, de los proyectos que teníamos para el futuro y de los logros y fracasos en nuestras metas. Aquello se había convertido poco a poco, en nuestra rutina. Él se había vuelto mi mejor y único amigo.
Noté que paulatinamente su humor iba mejorando y comenzó a cuidar más de su aspecto y de su cuerpo. Ahora, llevaba su barba afeitada al ras y su cabello claro y ondulado un poco más arreglado. Al notar su esfuerzo, también yo comencé a preocuparme por mi aspecto, pero me sentía horrible. Tenía ojeras y había bajado muchísimo de peso después del nacimiento de Ariana. La ropa me quedaba muy holgada y ocultaba las pocas curvas que tenía. Me sentía avergonzada de mí misma. Comencé a temer no poder captar la atención de Miguel. A pesar de que se había convertido en mi mejor amigo y de que aquello era muy importante para mí, yo en el fondo de mi corazón, esperaba que quizás algún día, pudiésemos convertirnos en algo más.
También, me preguntaba algunas veces, si a Ian le gustaría aún en mi descuidado estado actual. Cuando ese pensamiento surcaba por mi mente, luchaba por desterrarlo de allí lo más rápido que me fuera posible. No tenía que pensar en él, necesitaba deshacerme de su hermoso recuerdo y concentrarme en los sucesos que podía comprobar que eran reales. Sólo de ese modo podría mejorar y convertirme en una buena madre o por lo menos era lo que los demás se esforzaban en que yo creyese.
Una tarde, antes de ir a terapia, decidí emprender la tarea casi imposible de mejorar mi aspecto físico. Me había despertado hacía poco, porque no había dormido bien durante la noche y descansado muy mal durante la hora de la siesta, pero quería sentirme guapa y verme linda para Miguel. Me dirigí al tocador de mi madre y tomé su caja de maquillajes. Sólo me había pintado unas pocas veces cuando era niña jugando con mis amigas, por lo que esperaba que no me saliera muy mal esta vez.
Me llevó unos pocos intentos delinear bien mis ojos, pero finalmente logré hacer que se vieran más grandes y almendrados que de costumbre. Me coloqué un poco de base color piel y utilicé algo de labial color cereza para mis labios. Pasé el cepillo por mi largo y rubio cabello, al tiempo que le trataba de dar un poco de volumen con el secador de pelo.
Tenía que reconocer que todo ese esfuerzo había valido la pena y que me veía bastante bien. Le regalé una sonrisa seductora a mi reflejo y me permití algunos segundos para practicar distintas miradas y gestos en el espejo. Parecía otra persona.
Ese día, mientras caminaba hacia el consultorio de Vladimir, me pregunté si Miguel notaría mi cambio de aspecto. Yo esperaba que así fuera, sin embargo, algo sucedió y no me encontraría con él ese día.
Me hallaba a unas pocas cuadras del lugar en donde deberíamos tener la sesión de terapia, cuando un cartel con una publicidad de zapatos acaparó mi atención. Se trataba de mi Ian. Mi enamorado supuestamente imaginario era el modelo de aquella publicidad de calzado. Era igual al Ian de mis recuerdos, salvo por sus ojos que en la imagen eran de color verde claro. Me pregunté si aquello significaba que Ian existía realmente. Me sentía abrumada y confundida al mismo tiempo. No comprendía bien qué estaba sucediendo. ¿Acaso mis dos mundos podían coexistir?
Unos instantes después, creí entender lo que realmente sucedía. Seguramente, habría visto aquel cartel en algún sitio o la imagen del modelo en alguna otra publicidad y lo había incorporado a mis delirios.
Lágrimas amargas comenzaron a correr por mi rostro. Pensé que aquello sólo confirmaba que mis recuerdos y sueños no eran más que defensas psicológicas que me ayudaban a escapar de la dura realidad.
De pronto, pensé banalmente que mi maquillaje se habría arruinado por completo. Me pregunté, qué sentido tendría esforzarme por gustarle a alguien si yo aún seguía enamorada del hombre que me inventé. Di media vuelta y regresé a mi casa. No quería ver a nadie. No podía enfrentarme a Miguel ese día. Todavía no estaba lista. Tenía que ordenar mis sentimientos. 

viernes, 13 de diciembre de 2019

Capítulo 10: HIPERSOMNIA

El tercer viernes de cada mes, asistía a una consulta con mi psiquiatra. No me agradaba demasiado aquel hombre, siempre que iba me recetaba nuevas pastillas que parecían no ayudarme en absoluto, más bien todo lo contrario. Me sentía cansada todo el tiempo. Levantarme de la cama resultaba cada vez más difícil. Lo peor, era que no descansaba bien por culpa de las pesadillas que me acosaban tanto durante la noche como durante el día. Distinguir donde se encontraba el límite entre el sueño y la vigilia era un desafío cada vez más grande para mí.
Estaba segura de que las pastillas nuevas causaban esa confusión en mí. Incluso, había intentado deshacerme de ellas en cierta ocasión, pero mi madre las había encontrado en la basura y había amenazado con internarme en una clínica psiquiátrica si dejaba de tomarlas. Ambas habíamos peleado y terminado por romper a llorar. Yo no quería estar lejos de ella ni de mi hija. Le prometí que haría todo lo que me dijese y que tomaría las pastillas que me recetara el médico. No quería que me encerraran y me dolía en lo más profundo de mi corazón que pensara en deshacerse de mí. En ese momento, me dio un abrazo muy fuerte y me prometió que no me iba a alejar de ella ni de Ariana. Luego de aquello, yo le juré que no la volvería a decepcionar. Sólo esperaba poder cumplir con mi palabra.
Tenía pesadillas recurrentes que parecían nunca acabar. Algunas veces, soñaba que me despertaba, pero en realidad seguía atrapada dentro de ese infierno. En ocasiones, soñaba que me encontraba amarrada a una camilla y seres de luz que en mi opinión no pertenecían a nuestro mundo me examinaban y me herían. Ciertas noches, las pesadillas resultaban ser más verosímiles y eran hombres sumamente repulsivos quienes me hacían daño. No importaba cual fuese el caso, solía despertarme llorando, con rasguños en el cuerpo y cubierta en sudor frío.
Algunas noches, tenía sueños a los que no podría llamar pesadillas, porque todo en ellos era perfecto. Soñaba con Ian, con nuestro amor y con nuestros hijos. Volvíamos a estar juntos en la cabaña del árbol, en el prado o en nuestro bosque encantado. Estos últimos eran los más dolorosos porque al despertar volvía a ser consciente de que aquello no era real y que era probable que jamás lo hubiese sido. La lógica me decía que me había inventado ese mundo perfecto para escapar del tormento por el que debí haber atravesado. Mi corazón, por su parte, aún se aferraba a la esperanza de que Ian viniera a rescatarme, que me tomara fuerte entre sus brazos y me prometiera que todo iba a estar bien y que yo no había perdido la cordura.
Tenía cortes en todo el cuerpo producto de que me arañaba mientras estaba dormida. Por ese motivo, nunca le enseñaba los brazos a nadie, ni siquiera a mi madre. Aunque dormía mucho, me despertaba gritando tres o cuatro veces por noche, así que decidimos trasladar el moisés de Ariana a la habitación de ella. Al principio, cuando las pesadillas comenzaron, mi familia se apresuraba a entrar en mi cuarto para asegurarse de que todo estuviera bien. Después de una semana de pesadillas constantes habían aprendido a ignorarme.
Aunque no le había contado a mi madre sobre Miguel, había compartido con ella mi idea de buscar un empleo. Esperaba que me dijese que no era conveniente debido a mi estado de ánimo y a que tenía que dedicarme a cuidar de la bebé, pero para mi sorpresa, ocurrió todo lo contrario. Ella parecía encantada con el plan de intentar mejorar y de que quisiera hacer algo por mí y así, poder salir del pozo depresivo en el que me encontraba inmersa en ese momento.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Capítulo 9: ESPERANZA

Había comenzado a asistir una vez a la semana a sesiones grupales de terapia, pero allí no hablaba mucho de mí sino que me dedicaba a escuchar a los demás. Vladimir, el coordinador de la terapia era un hombre con barba platinada que me transmitía cierta tranquilidad. Los integrantes del grupo iban variando semana a semana. Sólo dos o quizás tres personas asistían de manera regular, los demás iban y venían, pero nunca llegábamos a ser más de diez.
Ya llevaba alrededor de dos meses asistiendo a terapia. Uno de mis compañeros, Miguel, había despertado mi interés en cierto modo. No es que me pareciera demasiado guapo, pero tenía su encanto y sobre todo, me sentía identificada con sus sentimientos. Él sabía expresar sus emociones mucho mejor de lo que yo lo hacía. Con él descubrí que yo no era la única persona en el mundo que amaba a familiares que posiblemente no existían. Él estaba atravesando por una situación diferente a la mía, pero con la que tangencialmente coincidía. No me había atrevido a conversar directamente con él, pero me gustaba escucharlo hablar en las terapias.
Miguel había sufrido un accidente de autos hacía casi dos años. Él pudo sobrevivir, pero por desgracia había perdido a su esposa e hija durante el impacto. Desde aquel fatídico día, los fantasmas de su familia lo visitaban esporádicamente. Supongo que porque se sentía culpable. Yo me preguntaba cómo es posible olvidar a alguien si no puedes dejar que se vaya.
Una tarde, luego de salir de la terapia me armé de valor y le pregunté al joven si quería caminar conmigo, así podíamos conversar un poco. Miguel aceptó de buena gana y me acompañó hasta mi casa. Era una persona muy amable a quien la suerte le había dejado de sonreír hacía tiempo. Tenía veinticuatro años y era médico radiólogo, pero había perdido su empleo por culpa de los delirios y de las alucinaciones que experimentaba. Cualquiera que no lo conociera pensaría que había perdido la cordura, pero yo sabía que no era así. Entendía por lo que estaba atravesando y él tampoco me juzgaba a mí ni a mis recuerdos.
Era un muchacho agradable, aunque físicamente se lo veía un poco descuidado. Vivía con su hermano y su cuñada, pero sólo era algo provisorio hasta que encontrase un nuevo empleo y algún lugar con un alquiler accesible para mudarse. Él realmente quería salir adelante y empezar de nuevo. Yo le dije que esperaba lo mismo y no sólo por mí sino también por mi hija. Le hablé bastante sobre Ariana. Le confesé que lo que más deseaba era poder ser una buena madre. También le dije que estaba pensando en buscar un empleo para mantenernos a ambas y de esa manera no tener que depender más de mi madre. Aquello no era del todo verdad. Hasta ese momento no había pensado en encontrar un empleo, pero él parecía interesado en mis palabras y me brindaba todo su apoyo y atención y eso resultaba bastante agradable.
Llegamos al portal de mi casa antes de lo que hubiera deseado. Le agradecí por acompañarme y él me regaló una bonita sonrisa. Le sonreí también y lo bese en la mejilla antes de abrir la puerta y entrar a través de ella.
—Quizás, en otra ocasión pueda acompañarte nuevamente —comentó Miguel pasando su mano por su cabello rubio y despeinado.
—Eso estaría bien —respondí sintiendo en el fondo como si estuviese engañando a Ian.
Entré a la sala y cerré la puerta después de mí. Me sentía una completa tonta por seguir teniendo sentimientos por alguien que parecía no existir más que en mi imaginación y también por tratar de olvidarlo acercándome a un hombre que aún amaba a su esposa a pesar de que ella estuviese muerta.

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder    Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas ...