sábado, 30 de junio de 2018

EL PODER OCULTO CAP 11

       CAPÍTULO 11: BAJO EL ÁLAMO
   Pasó una semana y todos los días me encontraba con Esteban. Finalmente, mi madre aceptó que no era perjudicial para mí.
   En ese último tiempo, Susana parecía preocupada y se mostraba un poco más distante con nosotros.
   Mientras tomábamos una gaseosa sentados bajo un árbol de la plaza le pregunté a Esteban:
   —A tu mamá la noto un poco distante. ¿Se enojó por algún motivo conmigo?
   Levantó los hombros y respondió:
   —Supongo que no. Está algo nerviosa e irritable desde el día en que vio volar los libros. Por suerte, el espíritu se fue. De todas formas, me parece que ella quedó un poco traumada. Hasta hizo desaparecer la sección de "Ciencias ocultas y paranormales".
   —¡Qué lástima!. Podríamos haber sacado información de esos libros.
   —No importa, aunque ella no lo sabe yo ya los había leído todos. Realmente, había  muy poca información útil. Encontré distintas técnicas de relajación, pero las cosas importantes eran escasas y repetidas. Como si se hubiesen filtrado de algunos grimorios sin querer. No creo que un verdadero heredero pase su información tan fácilmente a desconocidos. Por suerte, mi madre no sabía del mío.
   —¿Ella sospechará en lo que estamos metidos y el motivo de nuestras reuniones?. Porque si bien no hacemos nada malo, para mucha gente la magia es algo satánico o demoníaco, aunque no creamos en demonios. Ellos sí que creen y podrían juzgarnos mal —reflexioné. 
   —No creo que ella sospeche nada. Es demasiado simple. A lo sumo, pensará que estamos de novios. Acaso, ¿tus padres no creen eso?
   Ruborizándome un poco, asentí con la cabeza y pregunté:
   —¿Cómo lo supiste?
   Con un halo de misterio agregó:
   _Yo sé muchas cosas.          
   Le sonreí. Sabía que sólo había sido una deducción y que no me había leído la mente, aunque él quisiera que yo pensase eso.
   Reflexioné en que lo que estábamos haciendo hasta ese momento era intentar dominar nuestra mente e incrementar nuestra concentración para lograr nuestros fines. Pero, no estaba segura de cuál era nuestro siguiente objetivo y decidí preguntarle:
   —¿Hasta dónde podremos llegar? ¿Qué buscamos al adquirir el conocimiento?
   Pensó unos segundos mientras me miraba y añadió:
   —Bueno, mi primer objetivo vos ya lo sabés. Es averiguar quién es mi padre, de dónde vengo, por qué me dejó y por qué misteriosamente tuve los sueños que tuve que me indicaron donde estaba el libro. ¿No te parece extraño, que nosotros estemos juntos? Yo no conozco a ninguna otra persona que posea grimorios heredados ni que tenga los poderes que se nos van revelando.
   Él tenía razón. Aún, no se me había ocurrido pensar en el por qué de nuestro encuentro. Ni siquiera mi familia sabía en lo que yo estaba involucrada. Antes de que pudiese responderle continuó:
   —Me preguntaste hasta dónde podremos llegar. Supongo, que la magia tiene sus límites y sus tesoros ocultos. Los cuales nos serán revelados a través del conocimiento que podremos extraer de nuestros ancestros y de la experimentación propia. Yo sé, que vos creés en los espíritus elementales, pero yo creo que puede haber algo más detrás de todo. Quizás sea nuestro poder mental. También puede que logremos objetivos a través de la intervención de un Ser superior.
   En ese momento, supuse que él hablaba de Dios o de una inteligencia universal. Supe un tiempo después que me había equivocado.
   Mientras la cálida brisa de verano jugaba con el cabello de Esteban, él miraba la luz que se filtraba entre las hojas del álamo. Yo lo observaba disimuladamente. Ahora sabía cual era su meta y deseaba ayudarlo. Además, yo no tenía ningún objetivo propio por el momento, exceptuando obtener su amor, pero eso no quería conseguirlo utilizando la magia. El amor tiene que surgir del alma para que sea duradero y que ningún hechizo pueda destruirlo.
   Esteban apartó su mirada de las hojas y la tornó hacia mí. A diferencia de otras veces, yo no bajé la mirada, en cambio me perdí en la profundidad de sus ojos. Podía sentir cada vez más fuertes los latidos de mi corazón. Él estaba acercándose a mí lentamente. Sentí la suavidad de su mano acariciándome el rostro y un instante después la dulzura de sus labios sobre los míos.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

viernes, 22 de junio de 2018

EL PODER OCULTO CAP 10

                         CAPÍTULO 10: FURIA                          
    Un nuevo día comenzaba y como casi todas las mañanas me desperté temprano para poder desayunar con mis padres antes de que se fuesen a trabajar. Mientras lo hacíamos, mi padre preguntó pícaramente:
   —¿Estás saliendo con Esteban?
   Respondí sorprendida y atragantándome con el café con leche:
   —No. Somos sólo amigos. ¿De dónde sacaste eso?
   —No sé. ¿ No será porque él viene a buscarte todos los días?
    Ocurrió justo lo que temía que pasara. Nos escuchó mi madre y comenzó a sermonearme.
   —Tamara, vos sos una chica demasiado linda e inteligente. Que salgas con alguien como él, sería un desperdicio. Por otro lado, sos muy joven para tener novio... No quiero que vuelvas a salir sola con él.
    A continuación, comenzó a enumerar todos los defectos de Esteban. Cuando me cansé de escuchar su sermón, estallé:
   —Mirá, mamá, no soy su novia, ni tengo pensado serlo. Como ya dije, no somos nada más que amigos y si eso te molesta, yo no puedo hacer nada al respecto. Me parece que es una gran persona y no sé por qué te estás empeñando en decir lo contrario. No salgo con él, pero si así fuese estaría orgullosa de hacerlo. Es una de las mejores personas que conozco.
    Era la primera vez que me enfrentaba con mi madre. Mi padre me miraba con sorpresa, pero no decía nada. Ella abrió la boca para reprochar algo seguramente, pero yo la interrumpí.
   Me tenía harta. Estaba cansada de que criticase todo y que absolutamente nada de lo que yo hiciese le pareciera bien.
   —Quiero que sepas, que no comparto tus ideas y aunque seas mi madre, eso no te da derecho de prohibirme que lo siga viendo. Por primera vez en mi vida quiero que me dejes elegir a mí, aunque sea a mis propios amigos. Te hago caso en todo lo demás, pero que me prohíbas  ver a Esteban es demasiado... ¡Dejá de controlar mi vida!
   Ambas estábamos a punto de romper a llorar. Ella furiosa y gritándome como nunca me había gritado me dijo:
   —Tamara, vos sos demasiado chica y no tenés la experiencia suficiente para saber lo que es bueno para vos. Yo como una buena madre, tengo el deber de guiarte en tu camino hacia el futuro. Estoy absolutamente convencida de que ese chico no es una buena influencia para vos. Jamás, me habías contestado así. Sos una maleducada...
    —No soy maleducada, ni tampoco soy chica mamá. Tengo quince años y si no tengo la experiencia necesaria, es por que nunca me permitiste tenerla. Creo que la experiencia se adquiere a través de la vida. Si no me dejás que abra las alas y vuele, en el futuro me van a aplastar. Tenés que dejar que me equivoque y que me caiga, porque soy humana y equivocarse es humano. Yo sola me voy a levantar y voy a aprender de mis errores, para poder crecer... Además, vos ni siquiera sabés lo que suelen hacer los chicos de mi edad. Muchos de los amigos que tenía en mi vieja escuela, se drogaban y frecuentemente tomaban alcohol. Ellos no sabían bien como enfrentar sus vidas. No los critico por ello. En más de una ocasión me ofrecieron amablemente ciertas sustancias y como yo tengo bien claro quien soy y lo que quiero, nunca acepté. Vos ni siquiera te habías dado cuenta. Yo misma tuve que aprender qué cosas eran buenas o malas para mí. Vos creías que mis amigos y yo éramos muy chicos o no estábamos expuestos a estas cosas lejos de la ciudad. Obviamente, no te dije nada, por miedo a tu reacción. Esteban es muy maduro. Lo único que hace es leer y pensar para llegar a ser alguien importante en un futuro. Él sabe lo que quiere de la vida. No sé que clase de prejuicios son los que tenés en contra suya, pero yo creo que no tendrías que juzgar a la gente por su aspecto ni su ropa, sino por quien realmente es.
    Ella no quiso reconocer que en el fondo yo tenía razón y en forma irracional concluyó:
   —Ya escuché suficiente. Subí a tu cuarto y no bajes hasta que yo te diga.
   —Esta bien. Me voy, pero no por que vos me lo ordenes. Sino porque yo sola quiero irme y dejar de escuchar incoherencias —le respondí fríamente.
   Subí corriendo las escaleras. Me encerré en mi cuarto y puse la música muy fuerte. Tomé mi libro y comencé a buscar algún hechizo para vengarme. Eso no podía quedar así. A Esteban lo iba a seguir viendo quisieran o no.
   Encontré en un párrafo una explicación sobre cómo provocarles alucinaciones a nuestros enemigos. Sabía que eso no me ayudaría para seguir viendo a Esteban, pero sí para vengarme y divertirme un poco. Tenía que visualizar a la víctima, o sea a mi madre. Fue algo sumamente sencillo, ya que en ese momento sentía que la odiaba. A continuación, me concentré en lo que quería que ella viese. Lo primero que se me ocurrió pensar fue en una araña, ya que le tenía fobia. Luego, se me ocurrió que un espeluznante espectro sería una idea aún mejor, pero el susto podría provocarle un infarto y yo no quería matarla. Volví a la idea original. Enfoqué a mi madre y luego a la araña. Intenté imaginar su reacción al verla. Lo que escuché después de unos minutos fue increíble, pues mi hechizo había resultado.
   —AAAAH... Alan vení rápido, hay una araña horrible. Por favor mátala —gritaba aterrada mi madre.
   Escuché a mi padre decir:
   —Yo no la veo. ¿Donde está?. No hay nada. No seas ridícula. Bajate de esa silla.
   —No sé, seguramente se fue, pero buscala. No voy a dormir tranquila sabiendo que hay una tarántula en mi casa.
   —Bueno, tranquila Raquel. Yo mismo me voy a encargar de matarla. Pero primero voy a subir a hablar con Tamara. Después me ocupo.
   Me apresuré a ocultar el libro. Se acercaba mi padre. Sentía una mezcla de placer y culpa. Por un lado, había logrado inducir una idea, un control de otra mente. Por otro lado, sabía que lo que acababa de hacer estaba mal. Había utilizado mi poder para hacer un daño a otra persona, que aunque era algo leve, podría considerarse como magia negra. Si bien nadie me había inculcado ninguna religión, pues mis padres no profesaban ninguna, hasta ese momento los conceptos del bien y del mal eran claros para mí. Me daba cuenta de que emociones tan fuertes, como el amor y el odio podían nublar el entendimiento.
   Cuando entró mi papá, apagué la música y esperé a que fuese él quién comenzara a hablar.
   —Quedate tranquila linda. No lo vas a dejar de ver a Esteban. No sólo me cae bien, sino que me alegra también que sea un chico tan responsable. No sabía que habías estado tan expuesta en nuestro antiguo barrio. Pero, veo que supiste elegir bien. Ahora, también debés estar haciéndolo. Sé que tu mamá está muy celosa y eso no la deja pensar bien, pero cuando recapacite en lo que le dijiste y en lo que le voy a decir yo, no se va a oponer más a tus elecciones. Cambiando de tema, ¿te gusta Esteban?
   Me puse absolutamente roja y no supe qué debía responder. Él agregó sin esperar respuesta:
   —Bueno, mejor me voy. Voy a tirar insecticida antes de irme a trabajar. Tu madre vio una araña. Se subió a una silla y no quiere bajar.
   Ambos reímos durante unos segundos y luego, agregué:
   —Gracias papá. Te quiero mucho.
   —Yo también linda. Nos vemos a la tarde.
   Esperé hasta las tres, ansiosa por volver a ver a Esteban. Lo iba a seguir viendo, sin importar la opinión de los demás.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

viernes, 15 de junio de 2018

EL PODER OCULTO CAP 9

                             CAPÍTULO 9: HÉCATE
   Al día siguiente, después de una noche en la que casi no pude conciliar el sueño, mientras acariciaba a Samanta en el jardín, sorpresivamente llegó Esteban. No esperaba volver a verlo tan pronto. Abrió la reja y se acercó a mí.
   Antes de que pudiera saludarme, a Samanta se le erizó todo su negro pelaje y le arrojó un fallido zarpazo. No podía explicarme esta reacción. Luego, comenzó a acecharlo, como si quisiese atacarlo.
   Por precaución, para que no lo lastime tomé a la gata entre mis brazos y la encerré dentro de la cochera. En ese momento, no recordé los consejos de mi abuela. Al volver, Esteban me esperaba inmóvil y le supliqué:
   —Disculpá a Samanta. Nunca se había comportado así. Qué suerte que viniste. ¿Cómo estás?
   —Bien, bien. ¿Me acompañás a dar una vuelta? Hay muchas cosas de las que tendríamos que hablar. Ayer, pasó algo muy importante y esta noche, en la librería volaron un par de libros solos. Mi madre está aterrada. Intenté tranquilizarla diciéndole que habían sido sólo vibraciones de la calle. Pero, me parece, que no creyó ni una sola palabra de lo que le dije. Después, busqué alguna forma de revertir la situación, pero no tengo el conocimiento y quizás como el método de atraer al espíritu lo tenías en tu grimorio, tal vez sepas que hacer. 
   —Supuse que podría pasar algo así. Creo que el espíritu que está atrapado en tu casa no es muy poderoso y tengo un presentimiento de como podemos liberarlo. Vamos arriba —sugerí. Afortunadamente había estado leyendo mi grimorio esa mañana. 
   Él me siguió hasta mi habitación y nos sentamos en la alfombra.
   —Este lugar está consagrado. Es mi altar. Vamos a pedirle a los elementales que guíen al espíritu y lo liberen.
   Procedí a encender dos velas y un sahumerio. Dejé el agua cerca y comencé tomado las manos de Esteban.
   —Invocamos a los espíritus del fuego, las salamandras, para que nos brinden su fortaleza y con ella el poder de liberar la casa de Esteban de cualquier espíritu que haya quedado atrapado en ella —comencé diciendo y luego, repetimos juntos muchas veces las palabras, en absoluta  concentración —. Libérala, libérala, libérala...
   Finalmente, sentí la necesidad de añadir:
   —Está hecho.
   Él me miró y me dijo:
   —Realmente, aprendiste mucho. En mi libro, este tipo de conjuros no aparecen. Son un poco más —hizo una pausa y continuó —, siniestros. Prefiero no tener que hacerlos.
   —Entonces, también tenés un grimorio. ¿Quién te lo dio? ¿Tu madre es hechicera? —pregunté muerta de curiosidad, Susana no parecía una hechicera, pero no la conocía lo suficiente como para estar segura.
   —No, al igual que la tuya. Cuando aprendas a observar te vas a dar cuenta de estas cosas —dijo haciéndome sentir inexperta a su lado.
   —¿Quién te lo dio? —volví a preguntar.
   —Nadie, lo encontré yo solo. Tuve una visión mientras dormía. La voz de un hombre me decía que si buscaba debajo del piso lo encontraría. Al principio, no lo entendí, pero después de buscar por mucho tiempo, descubrí que en mi habitación había un tablón flojo. Allí encontré el libro —explicó. —¿Vos lo heredaste de tu padre?
   —No, de mi abuela. Mi padre no sabe nada y no tiene que saberlo —dije recordando aquellas palabras que mi abuela había escrito.
   —Lo sé —agregó.
   —Vos estabas intentando encontrar a tu papá ¿No lo conociste?  
   —No. Él me abandonó cuando nací. Me dejó su apellido, la casa y la librería para que mi madre me pueda mantener —sus palabras no reflejaban ninguna emoción. 
   —¿Tu mamá no te dijo nada sobre él?, ¿quién era?, ¿qué hacía? o ¿por qué se fue?
   —No. No quiere hablar de él. Sólo se limita a decir; "Él siempre nos protege". Por eso, pensé que estaba muerto, pero no es así. Tampoco me deja hablar mal de él.
   —¿Cuál es tu apellido? —pregunté esperanzada —¿Buscaste si aparece en la guía de teléfonos o en Internet?
   —Es Hécate. No figura en ningún lado.
   —Tu nombre me suena de algún lado. Creo que lo escuché antes, en algún lugar. Vamos a la otra habitación. En la computadora de mi papá hay conexión a Internet.
   En el buscador escribimos "Hécate". Era un nombre que se remontaba tanto en el tiempo que parecía haber nacido con la historia de la humanidad . Leímos que Hécate era en la mitología griega una diosa. La diosa de las brujas. Era tan poderosa que podía vestir a la energía de materia para manifestar su existencia. Entre muchas otras cosas.
   Miré a Esteban que parecía orgulloso de su nombre y le dije:
   —Posiblemente, hayas heredado de ella tu nombre y tus poderes...
   —No, yo heredé mi nombre de un cerdo que no tubo las agallas de hacerse cargo de mí —sus palabras reflejaron toda la ira contenida que sentía.
   —Tal vez no fue así. Alguna razón tiene que haber, por algo, Susana no quiere que hables mal de él.
   —Posiblemente, pero quisiera encontrarlo, para que sea él, el que me diga por qué me dejó y me responda todas las preguntas que tengo para hacerle.
   —No me animo a recurrir a los espíritus de nuevo. Al menos, no como lo hicimos. Podríamos atraer a un espíritu de una persona cruel o más poderosa. No lo podríamos manejar, ni contener. Necesitamos tener más información. ¿Vos nunca lo habías hecho?
   Dudó un momento y respondió simplemente —. No.
   Unos segundos más tarde, tratando de justificarse añadió —. Pero, muchas veces vi sombras y personas que desaparecían. Aunque, nunca hablé con ellos.
   —No es lo mismo que vengan por que quieren a que uno los obligue a venir y los encierre en un vaso.
   —Es verdad —coincidió.
   —En el libro, ¿no encontraste nada sobre tu papá en las hojas escritas por él?
   —No. Las arrancó todas. Ni eso quiso dejarme. Los últimos escritos son de mi abuelo. Que por cierto no era demasiado bueno. Era un ser muy oscuro.
   Nos quedamos en silencio meditando por un tiempo hasta que sugerí:
   —Voy a buscar en mi libro para ver si hay algún modo de saber lo que pasó con tu padre y por qué tuvo que irse.
   Él sonrió y añadió:
   —Te lo agradecería mucho. Nos vemos luego.
   Lo acompañé hasta la puerta y vi como se alejaba. Sentía que ahora él me necesitaba más que nunca y no sabía cómo pero lo tenía que ayudar.
    Subí a mi cuarto. Puse música y me quedé toda la tarde pasando hojas del grimorio. Observé con sorpresa, que no siempre mis ancestros habían sido honorables y que había algunos conjuros que jamás intentaría hacer.
   Entre las hojas que había escrito mi bisabuela creí encontrar la solución que estaba buscando. Invocaría a los elementales del aire para que me diesen el poder de las visiones.
   El conjuro, era muy lento. Consistía en prender hierbas aromáticas (en su defecto sahumerios) invocando a los silfos y tenía que comenzarlo en una noche de luna llena y finalizaría un mes lunar después. Pensaba hacerlo sin decirle a Esteban, ya que era probable que no estubiésemos listos para ese tipo de conjuros y no quería ilusionarlo, sabiendo que podía fracasar.
   Me fijé en un calendario cuánto faltaba para la primer noche de luna llena. Afortunadamente, sólo debía aguardar un par de noches.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

viernes, 8 de junio de 2018

EL PODER OCULTO CAP 8

                     CAPÍTULO 8: EL ESPÍRITU                              
   Esa noche, en mi habitación, intenté la técnica de concentración que me había recomendado Esteban. Lamentablemente, la llama danzaba a su antojo y no al mío. Posiblemente, no podía concentrarme después de la profunda conversación de esa tarde y en ese momento sentí que había cruzado una línea. Mi vida ya no sería la misma.
   A la mañana siguiente, cuando mis padres salieron a trabajar, recordé que debía buscar la forma en que mis antepasados se comunicaban con los espíritus. En el libro, encontré dos formas básicas, que me parecieron fáciles de realizar. Decidí que esa tarde se las comentaría a Esteban.
   Faltando unos minutos para las tres, sonó el timbre. Hacía mucho tiempo que yo ya estaba preparada, pues presentía que él vendría antes. Cuando abrí la puerta, me perdí de nuevo mirando sus ojos grises. Me saludó con un beso en la mejilla y me dijo:
   —Vamos preciosa, ellos nos esperan.
   —¿Quiénes? —pregunté algo decepcionada, ya que quería que pasáramos otra tarde los dos solos.
   —Los espíritus, por supuesto. Estoy ansioso por ver que nos revelarán. Pero, tendremos que entrar por la librería, mi madre quiere saludarte. Creo que quiere que sean amigas o algo así.
   Sonreí intentando ocultar mi nerviosismo.
   Cuando llegamos a su casa, entramos por el negocio. Era un pequeño local totalmente repleto de libros nuevos y usados y tenía una antigua computadora que posiblemente sirviese para ayudar a su madre a catalogar tanto material. Noté que los libros estaban agrupados en diferentes secciones como amor, ficción, terror... y ciencias ocultas y paranormales. La señora estaba leyendo una historia de amor y pensé que ese era el mejor negocio para alguien al que le gustaba leer.
   Cuando ella reparó en mí, se paró e inmediatamente corrió a saludarme.
   —Qué bueno que estés acá. Por fin, mi Teby trae a alguien a casa. Al menos, hoy no va a pasar todo el día leyendo esos libros raros en su habitación.
   Señaló el rincón de "Ciencias ocultas y paranormales".
   —Querida, ¿Vos leés mucho?
   Dude un momento y respondí:
   —Un poco.
   Por suerte, no me preguntó qué tema me interesaba. Esteban cansado de estar al margen de nuestra conversación exclamó —. Vamos al fondo a tomar algo. Mamá nos vemos después.
   Le sonrió a su madre y me guió por un  pequeño pasillo, al final del cual había un patio semicubierto. Todas las habitaciones, incluso la cocina y el baño tenían salida a él. Era una casa antigua, pero prolijamente cuidada. En el patio y en la escalera que daba a la terraza había numerosas plantas con flores. En el medio del patio, se encontraba una mesa de metal blanco con góticas decoraciones y cuatro sillas que hacían juego.
   Nos dirigimos hacia la última puerta, en la que se encontraba la cocina. Me invitó a sentar y me sirvió una deliciosa gaseosa. Se sentó frente a mí y comenzó el interrogatorio. Al que yo fui respondiendo ingenuamente.
   —¿Buscaste lo que te pedí?
   —Sí, encontré dos métodos que me parecieron los más sencillos y los que no me van a dar demasiado miedo.
   Incrédulo preguntó:
   —¿Todavía tenés miedo?
   —Es que, no conozco los límites de lo que estamos desatando. Espero que no sea peligroso —confesé.
   —Bueno, princesa te entiendo, pero estamos juntos. Yo nunca dejaría que algo malo te pasara.
   Suavemente acarició mi mejilla. Parecía saber de lo que hablaba y olvidé todos mis miedos.
   —La forma que me pareció más sencilla es lograr que los espíritus nos respondan jugando al juego de la copa... —dije después de unos segundos de silencio.
   Me interrumpió y dijo:
   —Creo, que para eso necesitaríamos más gente. Si conocés otra manera de hacerlo sería aún mejor.
   —Podríamos encerrar al espíritu entre un plato y un vaso invertido. Es semejante al juego de la copa, pero nos respondería a través de golpes pequeños, casi imperceptibles. Uno impone las pautas. Debemos aclarar que un golpe significa sí y dos o más, no. Tenemos que concentrarnos y encender una vela. Con ella atraeremos a los espíritus abriendo los portales cósmicos. La vela si querés puede ser perfumada o podríamos acompañarla con inciensos. Yo por las dudas traje una vela perfumada de casa —hablé mientras él me escuchaba atentamente.
   Ante mi sorpresa, se levantó rápidamente de su silla y se dirigió al aparador de donde sacó un plato grande y uno pequeño, un vaso y una caja de fósforos. Era la primera vez que lo veía ansioso.
   Colocó sobre el plato grande el vaso invertido. Tomó la vela de mi mano, la encendió y la puso sobre el plato pequeño. Quitó los vasos con gaseosa y los fósforos de la mesa. Se sentó y propuso:
   —Comencemos. Decí vos las palabras.
   Coloqué primero las yemas de mis dedos índices sobre el vaso casi tocando el vidrio. Él, a continuación, hizo lo mismo. Yo lo miré y él dijo con tranquilidad:
   —Continuá.
   —Te convocamos aquí. Espíritu ¿Nos escuchás? Un golpe significa que sí, dos o más, que no.
   Esas palabras las repetí varias veces, hasta que Esteban también comenzó a decirlas. Un tiempo después, el vaso comenzó a vibrar. Palidecí de golpe. No podía creerlo, estaba a punto de entablar una conversación con un ser de otro plano de existencia. Preguntamos varias veces —. ¿Estás ahí?
   De pronto, el vaso golpeó muy despacio contra el plato. Esteban susurró:
   —Está acá.
   Pensando que era mi abuela le pregunté:
   —¿Sos pariente mío?
   Golpeó dos veces. Eso significaba que no lo era. Me desilusioné un poco, esperaba volver a hablar con ella. Luego, fue Esteban quien preguntó:
   —¿Sos un pariente mío entonces?
   El fantasma realizó un golpe contra el plato. Esteban sonrió, pero estaba más pálido que de costumbre.
   —¿En vida fuiste hombre? —continuó.
   Dio otro golpe seco contra el plato. Sin dejar que yo pudiese preguntar nada continuó:
   —¿Sos mi padre?
   Esta vez fueron dos golpes.
   —¿Lo conociste?
   Un golpe más fuerte resonó en la habitación.
    —¿Él está vivo?  
   Se escuchó un golpe aún más fuerte que el anterior. Esteban parecía emocionado y siguió interrogando:
   —¿Se fue porque no quería tenerme?
   El espíritu contesto que no.
   —¿Me dejó por culpa de mi madre, Susana?
   Nuevamente, la respuesta fue un no.
   —¿Lo encontraré?
    El vaso comenzó a vibrar con violencia y estalló. Yo respiraba muy agitada y no podía hablar. Esteban en cambio parecía enojado. Se levantó y golpeando violentamente la mesa con su puño grito:
   —Maldición. Estaba tan cerca de encontrar la respuesta.
   Se derrumbó en su silla y casi sin voz suspiró.
   —Al menos, sé que está vivo.
   Era la primera vez que había visto sus verdaderos sentimientos. Valoraba mucho que se hubiese mostrado vulnerable frente a mí. Tomé su mano y prometí:
   —Voy a ayudarte a encontrarlo.
   Respeté su silencio. En su lugar tampoco hubiera querido hablar. Aunque lo que nos había sucedido era impresionante, ya tendríamos tiempo de conversar acerca de ello.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

viernes, 1 de junio de 2018

EL PODER OCULTO CAP 7

                       CAPÍTULO 7: REVELACIONES                              
   Al día siguiente, las horas pasaban muy lentamente. No veía el momento de que llegasen las tres de la tarde. Había olvidado por completo la lectura del libro y no encontraba que ponerme. Sentía que todo me quedaba mal.
   Después de muchos intentos, finalmente, opté por una musculosa negra y mis jeans preferidos. A las tres y un minuto, comencé a preocuparme. Tal vez, se había olvidado de mí. Posiblemente, no llegaría nunca.
   Por suerte mi interminable espera (de un minuto) concluyó al sonar el timbre. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta.
   Ahí estaba él, con sus ojos grises y con su ropa negra que resaltaba su blanquecino rostro de finas facciones. Besó mi mejilla y sugirió:
   —Vamos a la plaza para que nadie nos interrumpa. Hay árboles frondosos, odio estar debajo del sol.
   En ese momento, comprendí el por qué de su palidez y sonreí sin querer.
   Una vez en la plaza, nos sentamos bajo la sombra protectora de un álamo y comenzó la más extraña e interesante conversación que hubiese tenido hasta entonces. Incluso, fue más extraña que las que solía tener con mi abuela.
   Él comenzó diciendo:
   —No finjas conmigo. Tenés que confiar en mí. Ya sé, que invocás a los elementales y que tenés el poder de percibir banshees. También, ¿tenés un grimorio?
    Clavé mis ojos en la tormenta gris que eran los suyos. No entendía lo que me acababa de preguntar. No tenía idea de qué podía ser un grimorio. Al mismo tiempo, me sentía descubierta. No quería que él pensara en mí como en una malvada bruja. Me dí cuenta tiempo después de que era yo quien tenía incorporado ese prejuicio. No estaba segura sobre qué debía decir, así que opté por preguntarle:
   —¿Qué es un grimorio?
   —Es un manuscrito que se transmite de generación en generación o de un maestro a su discípulo —me explicó rápidamente.
   —Ah... —me limité a decir.
   —Y bueno,  ¿Tenés uno?— insistió.
   —¿Vos sí? —dije intentando ganar tiempo para pensar. No quería revelar mi secreto que parecía haber sido descubierto.
   —Imagino que sí... No importa realmente. Me interesaría que juntemos nuestras fuerzas. Hay muchas cosas que he intentado solo y no me salieron completamente bien. Juntos, podríamos lograr muchas más...
   —¿Vos qué sabes? ¿A qué te referís exactamente? —agregue sin estar segura si debía o no confiar en él.
   Dudó un momento y respondió con otra pregunta.
   —Sé muchas cosas. ¿Ya utilizaste a los elementales? —continuó interrogándome.
   Ahora, estaba completamente convencida de que él realmente tenía el conocimiento.
   —No, recién me inicié. Percibo su fuerza, pero no hice nada, por el momento —confesé un tanto avergonzada.
   —Yo te voy a ayudar siempre y cuando me ayudes a mí. Sería como un pacto entre ambos. Sé que vas a ser poderosa y yo soy muy fuerte —continuó hablando con la arrogancia que lo caracterizaba.
   Como mi propia naturaleza me lo exigía, yo quería desarrollar más mi poder y hábida de conocimiento le pregunté:
   —¿Qué aprendiste hasta ahora? ¿Utilizaste a los elementales?
   Luego de tomarse unos momentos para pensar e intentando ser lo más claro posible respondió:
   —Aprendí a controlar mis emociones y a ver las cosas desde una perspectiva distinta a la del resto de la gente. El control de uno mismo es lo más importante, porque de nosotros nace la fuerza. Tenés que canalizar la energía y utilizar técnicas de concentración.
   En ese momento, recordé lo que había hecho el sábado por la tarde e inconscientemente sonreí mirando el piso.
   —¿Ya lo hiciste no? —preguntó casi con orgullo.
   Recordé sus palabras "Debes aprender a controlar tus emociones". Sin esperar una respuesta continuó:
   —Podés recurrir si querés a los elementales o a un Ser superior, así como otros recurren a los santos o a los demonios. Todo tipo de ritual te ayudará a focalizar tus objetivos y a intensificar tu fuerza psíquica. Si querés llamarlos elementales, que así sea. Si tenes ganas, mañana me gustaría que juntos hagamos un experimento. Cada logro que tengamos nos fortalecerá, porque creeremos más en nosotros mismos.
   Yo asentí con la cabeza y lo deje continuar.
   —Si querés te paso a buscar mañana a las tres y vamos a mi casa. Mi mamá nunca se daría cuenta de lo que hacemos. Ella está siempre adelante, atendiendo la librería. Nosotros vivimos en el fondo y aunque nos viese no se percataría, es demasiado... simple.  
   —¿Qué clase de experimento?. No le haremos mal a nadie, ¿verdad?
   —No. No le haremos daño a nadie. Simplemente, nos comunicaremos con algún espíritu. Son muy útiles. Algunas veces, pueden revelar cosas del futuro. Fijate en tu grimorio, cómo lo hacían tus ancestros.
   Palidecí de golpe. Nunca supe, si fue por lo de los espíritus o porque  yo nunca le había confirmado la existencia del libro. Él solo supuso que yo lo tenía.
   —Si tenés tiempo, cuando no haya nadie que te pueda descubrir, practicá la concentración. Hay muchas maneras de hacerlo. Mi preferida es encender una vela pequeña, colocar mis manos rodeándola e intentar que la llama baile a mi antojo. Intentalo, sé que lo vas a conseguir y si no es así, es que te falta confianza en vos misma, entonces podrías recurrir a las "Salamandras" —hablaba con tanta seguridad que sentí que a su lado podría lograr cualquier cosa que quisiera.
   Se incorporó y extendiendo su mano hacia mí dijo:
   —Te acompaño hasta tu casa.
   Cuando tomé su mano ante mi sorpresa agregó:
   —Por cierto, sos muy linda.
   Volví a sonrojarme y por unos instantes, olvidé todo el resto de la conversación.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder    Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas ...