viernes, 31 de enero de 2020

Capítulo 17: CALEIDOSCOPIO

No volví a ver a Miguel durante algún tiempo. Luego del día en el que aparentemente el espíritu de su esposa me había echado de su apartamento, Miguel había dejado de responder mis mensajes y tampoco asistía a la terapia de grupo. Yo no me había atrevido a volver a su edificio, porque me dolía en lo más profundo de mi alma la forma en la que me había tratado. Sin embargo, tenía ganas de conversar con él sobre lo que había visto. No podía tratarse de alucinaciones suyas simplemente puesto que yo también había visto a su esposa o por lo menos eso creía yo en ese momento.
Aunque al principio, me había asustado percibir el fantasma de la mujer, aquel suceso había despertado cierta esperanza en mí. Si los familiares de Miguel podían estar presentes en su vida, entonces quizá mi padre también me podía escuchar. Si bien el espíritu de mi padre no se había manifestado, comencé a sentir que cuidaba de mi familia y de mí.
Durante aquellas semanas, salía a diario a buscar empleo. Me había propuesto como meta intentar convertirme en una persona más independiente y consideraba que el primer paso para lograrlo era conseguir un trabajo. Envié a hacer fotocopias de mi currículum y las llevé a casi todos los comercios de la zona.
Una mañana sonó mi teléfono y me informó un hombre con voz de fumador que estaba interesado en mi perfil y me ofrecía una entrevista laboral para el puesto de mesera en un bar. Arreglamos para que fuese ese mismo día a las siete de la tarde.
No lo podía creer. Estaba tan emocionada que le mandé un mensaje a mi madre y a Samuel. Ella me respondió con un corazón y un mensaje de felicitación. Mi hermano me envió desde el colegio, una carita sonriente.
No sabía nada sobre ser camarera, pero Miguel me había descrito como una persona sociable con mucha facilidad para aprender y emprender nuevos desafíos así que decidí adaptarme a la imagen que él tenía de mí. Me pasé el resto de la tarde jugando con una bandeja y la vajilla de mi madre. Iba y venía llevando platos y vasos y regalando mi mejor sonrisa a comensales imaginarios. Quería estar preparada.
Mi psicólogo me había advertido que podría tener que pasar por varias entrevistas en diferentes lugares hasta que pudiese conseguir un empleo estable, por lo que no tenía que tener demasiadas expectativas ante el primer llamado, pero era demasiado tarde. Ya me había hecho muchas ilusiones de que me contratasen.
Cuando mi madre llegó a casa junto con Samuel y Ariana, me entregó algunas bolsas con el logo de una tienda de ropa conocida. Yo estaba radiante y la abracé procurando no despertar a mi bebé quien dormía en sus brazos.
—Gracias mamá. No era necesario.
— Claro que sí. No voy a dejar que mi hija vaya a una entrevista mal vestida.
No pude evitar pensar en lo extraño que resultaba el mundo de los adultos. Cuando alguien necesita encontrar un trabajo, los empleadores en vez de escoger a las personas que necesitan más el salario, tienen en cuenta que se presenten con ropa elegante y que hayan gastado dinero en fotocopias y carpetas.
Llevé las bolsas al sofá y comencé a sacar mis nuevas prendas. Mi mamá me había comprado algunas camisas ajustadas de manga larga, un par de jeans elastizados y unas botas de cuero con las que me vería muy sensual. Estaba feliz con mi regalo. Sabía el sacrificio que hacía mi madre para darnos una buena vida a Samuel, a Ariana y a mí sólo con su sueldo de secretaria y la pensión que le había dejado mi padre al morir.
—Te irá bien. Tengo un buen presentimiento, Leda.
Ella me colocó su mano en mi hombro y yo le sonreí.
—Eso espero.
—Tranquila. Ve con confianza. ¿Te ayudo a maquillarte?
—Bueno. Gracias.
Noté que mi hermano tenía en la mano algunos juegos de video. Seguramente mi mamá se los acababa de comprar. Se acercó hasta donde estábamos nosotras. Parecía un poco tímido ante el acercamiento y dijo:
—¡Qué tengas suerte! Sólo intenta no romper todas las copas el primer día —agregó tratando de sonar mordaz y subió a su habitación. Seguramente iría a jugar con su más reciente adquisición.
Al atardecer, llegué a la dirección a la que me habían citado. El bar aún no estaba abierto, pero me esperaba en la puerta un hombre calvo con la piel de sus brazos completamente cubierta de tatuajes. Estaba fumando debajo de un cartel psicodélico que anunciaba el nombre del bar: Caleidoscopio.
—Leda Liebert, ¿verdad? —preguntó mientras yo me dirigía hacia donde él se encontraba.
—La misma —respondí asintiendo levemente con la cabeza.
—Soy Gustavo Márquez, puedes llamarme Gus. Para serte franco estoy buscando alguien con poca experiencia laboral porque acabo de invertir todo mi dinero en comprar este sitio y de momento el sueldo que te puedo ofrecer es una porquería, pero las propinas suelen ser buenas. Va a depender mucho de cómo le caigas a la gente, pero no te preocupes eres bastante bonita, seguramente los muchachos te van a dejar unos cuantos billetes.
Gustavo se encogió de hombros y continuó hablando:
—Si decides aceptar el empleo ahora y nos va bien, en unos meses tu salario podría duplicarse.
—De acuerdo. No tengo problemas con eso.
Estaba muy contenta. Era mi primer empleo. No me importaba que el sueldo fuese malo, me sentía responsable e independiente.
—Perfecto. Trabajarás de martes a domingos a partir de las ocho de la noche hasta las cuatro de la mañana. Simplemente le tomas los pedidos a la gente y lo pides en la barra. Cuando está listo se lo llevas y luego les cobras. Los precios están tanto en la carta como en el cartel sobre la barra. No tenemos una política en contra de coquetear con los clientes si quieres ir por un poco de propina extra — dijo Gus y me guiñó un ojo—. Nos obligan a pedirte un chequeo médico previo a que puedas empezar a trabajar, pero si vas en la mañana y nos dan el visto bueno de la clínica por la noche ya podrías comenzar. Si quieres puedes entrar así te vas familiarizando con el lugar.
Gus abrió la puerta y encendió las luces. El lugar no era muy grande y estaba repleto de mesas con bancos altos de madera sin respaldo. Las paredes estaban decoradas con murales psicodélicos y la barra tenía un montón de botellas diferentes. Había una pequeña cocina en donde debían preparar las hamburguesas y las papas que se ofrecían en el menú.
El propietario encendió un equipo y comenzó a sonar un tema de rock alternativo que yo no conocía. Lo puso bastante alto. Era un lugar bastante agradable y llamativo. Estaba segura de que en poco tiempo comenzaría a llenarse de gente.
Le envié un mensaje a mi madre contándole las buenas noticias y me respondió al instante que estaba muy orgullosa de mí. Había pasado mucho tiempo desde que me había sentido tan feliz.
Cuando regresé a casa mi familia me estaba esperando con una torta de chocolate casera para celebrar. Supongo que la misma torta hubiese servido como consuelo en caso de que no hubiera conseguido el empleo.
Aquel día marcaba el comienzo de mi vida como adulta responsable o por lo menos así lo sentía yo en ese momento. 

viernes, 24 de enero de 2020

Capítulo 16: HUÉSPED

El reloj de la pared marcaba las tres de la tarde. Ya hacía varias horas que yo estaba lista para salir con Miguel. Comencé a ponerme nerviosa. Tenía miedo de que no llegara. ¿Qué pasaría si se había arrepentido? A las tres y cinco corrí las cortinas de la sala y miré a través del cristal, pues estaba considerando la posibilidad de que el timbre se hubiera averiado. No había rastros de mi amigo.
Pasaron diez minutos más hasta que finalmente alguien llamó a la puerta. Abrí sin preguntar y encontré a Miguel en el umbral. Un rayo del sol iluminaba su rostro y hacía que sus ojos miel parecieran verdosos. Se había afeitado la barba hacía poco y tenía un pequeño raspón en la barbilla.
Se acercó a mí y en ese instante sentí que mi respiración se detenía por una fracción de segundo. Colocó su mano sobre mi brazo izquierdo y se acercó despacio hacia mí. Cerré los ojos y sentí sus cálidos labios sobre mi mejilla. Un momento después nos separamos.
¿Qué sucedía conmigo? ¿Por qué de pronto me ponía tan nerviosa al sentirlo cerca mío?
—Luces bien. ¿Prefieres que hagamos tu currículum vitae aquí o que vayamos a mi casa?
Tardé un momento en responder. Me había dicho que me veía bien. No cabía en mí de tanta emoción.
—Gracias, que amable. Tú también te ves bien hoy.
Oh no, pensé. Esperaba que no hubiera interpretado que sugería que los demás días no se veía bien.
—¿Entonces? —Agregó.
—¿Entonces qué?
—¿Nos quedamos a armar la hoja de ruta aquí o prefieres que vayamos a mi casa?
—Yo, no lo sé. Como tú quieras.
—¿Tienes computadora?
—Sí, quiero decir no. Hay una computadora, pero está en la habitación de Samuel. No creo que le guste demasiado la idea de que entremos en su cuarto mientras no está.
—Entonces, mejor vayamos a mi casa. Mi hermano y su esposa regresarán después de las seis, así que tenemos unas cuantas horas. ¿Vamos?
—De acuerdo —dije al tiempo que salía y cerraba la puerta con llave detrás de mí.
Comenzamos a caminar lado a lado por las calles de mi barrio. Una vecina que se encontraba barriendo su vereda me saludó con un gesto cuando pasamos frente a ella. Le devolví el saludo y no pude evitar notar la forma en la que miraba a Miguel. Me acerqué más a él. Podía sentir como la tela de mi camisa rozaba la piel de su brazo mientras caminábamos.
Él pareció darse cuenta de mi intento de acercamiento porque me rodeó con su brazo y continuamos caminando abrazados. Me sentía segura con él. Era como estar en un sueño.
No hablamos demasiado durante el camino. Era un momento tan bello que tenía miedo de decir algo y arruinarlo. Él tan sólo hizo algunos comentarios sobre lo lindo que estaba el día y de lo extraño que resultaba la desaparición del presidente.
Miguel no me soltó hasta que llegamos a nuestro destino. Vivía en el octavo piso de un edificio antiguo. Por los amplios ventanales de su living-comedor se podía observar una vista estupenda. Incluso podía distinguir a lo lejos el techo de mi casa.
Las paredes estaban decoradas por algunas fotografías de un matrimonio joven. Ella era morena y esbelta y él tenía gafas y el cabello ondulado de color castaño claro. Asumí que serían el hermano y la cuñada de Miguel. En ninguna fotografía se lo podía ver a él. Comprendí un poco el sentimiento que expresaba en las terapias de no sentirse parte de aquel sitio. No había logrado volverlo su hogar, era un huésped, un invitado a la vida de una pareja que ya estaba constituída.
Unas sábanas dobladas sobre el apoyabrazos del sofá delataban que allí era donde debía dormir.
—¿Quieres algo de tomar? ¿Un té o un café?
—Un vaso de agua estaría bien.
—Agua, mi especialidad —bromeó dirigiéndose hacia la cocina.
Me senté en el sofá de lado opuesto al que estaban apiladas las sábanas. Unos instantes después Miguel regresó con dos vasos de agua con hielo. Me alcanzó uno y le dio un largo sorbo al suyo. Recién al comenzar a beber me dí cuenta de lo sedienta que estaba. Hacía calor y sentía como la camisa se me pegaba al cuerpo.
Miguel dejó su vaso sobre la mesa ratona y se dirigió a un modular de madera con dimensiones demasiado grandes en comparación con el pequeño apartamento. Noté que no contaban con sillas ni con una mesa de comedor. Posiblemente, los tres cenaban sentados en el sofá, apoyando sus platos sobre la mesa ratona y mirando televisión ya que esta estaba exactamente frente a mí, justo en el centro del modular.
Regresó cargado con una notebook, una impresora, varias hojas y una maraña de cables. Encendió los equipos y luego, abrió un nuevo documento de texto. Colocó una plantilla como base y me fue preguntando todos mis datos personales. Yo se los fui proporcionando con confianza.
Miguel era realmente bueno para organizar la información. Como yo no contaba con experiencia real ni con estudios, hacía énfasis en mi carta de presentación y en mis habilidades sociales y para aprender rápidamente. Una vez que terminó me tomó una fotografía con su celular y la pasó a la computadora antes de imprimir varias copias de mi hoja de ruta.
—Vaya, muchas gracias. Quedó muy bien.
—No fue ninguna molestia. Me gusta pasar tiempo contigo.
De repente, Miguel apartó su vista de mi rostro y comenzó a mirar por encima de mi hombro. Se lo veía tenso.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, pero es tarde. Creo que es mejor que te vayas.
¿Acaso había hecho algo que lo había molestado? ¿Por qué me echaba tan pronto?
Miguel se levantó y sacó sus llaves del bolsillo. Yo no quería marcharme, pero aunque lo deseara no podía cambiar la realidad así que tomé las hojas que había impreso para mí y lo acompañé hasta la salida. Estaba muy serio y algo pálido. Ninguno de los dos dijo nada mientras bajábamos en el ascensor. Cuando llegamos a la puerta de entrada me saludo con un beso frío en la mejilla y prácticamente me cerró la puerta en la cara.
Me sentía terrible. Se me había nublado la vista a causa de las lágrimas. Ni siquiera estaba segura de qué camino tenía que tomar para regresar a mi casa. ¿Por qué se había vuelto tan tensa nuestra relación repentinamente?
Miré hacia una ventana del octavo piso y distinguí a una mujer que me observaba con el ceño fruncido. Entonces lo supe, era el espíritu de su esposa quien había ocasionado esa reacción en Miguel. La mujer desapareció en un abrir y cerrar de ojos. No lo podía creer. Acababa de ver un fantasma. Los muertos podían caminar entre los vivos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo por completo tras aceptar esa hipótesis. 

viernes, 17 de enero de 2020

Capítulo 15: EXPECTATIVAS

Cuando me estaba por ir a acostar, recibí un mensaje de Miguel. Distinguí enseguida su pequeña fotografía en la pantalla de mi celular. Allí aparecía él, vestido con su guardapolvo blanco en el hospital donde seguramente había trabajado hasta hacía algún tiempo. Estaba muy guapo. Supongo que era una fotografía antigua en donde todavía era feliz con su familia.
Traté de desbloquear el celular y abrir el mensaje de forma tan rápida que estuve a punto de tirar el teléfono al suelo. ¿Qué querría decirme a esas horas de la noche? Mi corazón latía a toda velocidad dentro de mi pecho. Por un segundo temí que se estuviera comunicando conmigo para cancelar la salida del día siguiente. Por fortuna, no fue así. Me había escrito:
Buenas noches preciosa. Nos vemos mañana a las tres.
Me había llamado preciosa. No lo podía creer. Aquello significaba que yo también le gustaba a Miguel. Le respondí enseguida:
Que descanses. Hasta mañana.
Agregué un corazón luego de la última palabra que escribí, pero me arrepentí y lo borré antes de enviar el mensaje.
Me recosté con el teléfono en la mano por si Miguel me volvía a escribir, aunque no fue así. Seguramente, se habría acostado ya y estaría durmiendo. Me fue venciendo el cansancio y me sumergí en un profundo sueño.
Aquella noche fue la primera en la que no tuve sueños extraños ni pesadillas. Pude dormir toda la noche sin despertarme gritando o invadida por una tristeza inconsolable. No estaba acostumbrada a dormir más de cuatro o cinco horas por noche y se sentía muy bien poder hacerlo.
Esa mañana, encontré el celular en el suelo, junto a la mesa de noche. Seguramente, lo había empujado de la cama mientras dormía. Revisé que no hubiera sufrido ningún daño y me fijé si Miguel había enviado otro mensaje. Me decepcioné un poco al ver que no había recibido ninguno.
Volví a leer el pequeño intercambio que habíamos tenido la noche anterior y sonreí. Me sentía nerviosa y emocionada al mismo tiempo. Esperaba no estar malinterpretando la situación y que todo saliera perfecto.
Era bastante temprano por lo que me tomé mi tiempo en arreglarme para esa tarde. Me probé varios conjuntos antes de elegir la ropa que usaría para ese día, pero finalmente me decidí por unos jeans ajustados y una camisa a cuadros de manga larga. Planché mi cabello lo mejor que pude e incluso volví a usar los maquillajes de mi madre, pero esta vez ella me ayudó a pintarme.
No le había dicho que me encontraría con un hombre, pero le había comentado que estaba buscando empleo y supongo que fue a eso a lo que atribuyó mi cambio de imagen repentino. Mencionó que se alegraba de verme mejor y me advirtió que no me desanime si no llegaba a encontrar trabajo de forma rápida porque el país no atravesaba su mejor momento.
Le prometí que no me iba a deprimir y que intentaría dar lo mejor de mí en las entrevistas. Lo cierto es que en ese momento me traía sin cuidado conseguir o no un empleo. Claro que habría estado bien tener algo de dinero propio, pero estaba más preocupada por mi cita de ese día.

viernes, 10 de enero de 2020

Capítulo 14: DESAPARECIDO

Ariana dormía en mis brazos mientras yo cenaba con mi familia. Mi madre había preparado unos ñoquis caseros con salsa que estaban deliciosos. La voz del conductor del noticiario de la noche sonaba de fondo en la cocina mientras que Samuel expresaba su enojo hacia su maestra de cuarto grado quien le había confiscado su libro electrónico. Ella lo apoyaba e intentaba tranquilizarlo. Le prometió que iría a conversar con su maestra para recuperar el objeto. Yo me mantenía al margen de la conversación. No tenía ni idea que era un libro electrónico. Además, me resultaba bastante difícil concentrarme. Estaba emocionada por la cita que tendría con Miguel al día siguiente, aunque no estaba segura si aquello podría considerarse como una cita.
Mi madre interrumpió a Samuel quien se quedó en la mitad de una oración y me sacó de mis pensamientos. Ella subió el volumen del televisor y yo giré sobre mi silla para poder prestar atención a la noticia de último momento.
El vicepresidente de la República estaba dando un discurso en cadena nacional. Al parecer, el Presidente, toda su familia y al menos una decena de funcionarios del gobierno y de las fuerzas armadas habían desaparecido sin dejar ninguna pista sobre su paradero. Era una situación muy extraña ya que al parecer eran custodiados día y noche. En ese momento, se estaban interrogando a los custodios de las personas desaparecidas.
Cuando terminó el discurso se mostró un paneo general de la plaza principal que estaba frente a la Casa de Gobierno. Hacía días que había continuas manifestaciones populares en reclamo por las víctimas de trata de personas. Eran muchas las que habían desaparecido, en su mayoría mujeres jóvenes y adolescentes. Muchas habían sido rescatadas, pero otras seguían desaparecidas. La trata de blancas, la venta ilegal de bebés y el tráfico de órganos no dejaban de ser los temas principales en los noticiarios. Cada vez encontraban más lugares y personas involucradas.
—Seguro que se fugaron todos. Con el dinero sucio que deben tener, seguro que no los encuentran nunca más. ¡Qué desgraciados! Tantas vidas robadas —comentó mi mamá con rabia y me miró con sus ojos llenos de tristeza.
La visión de mi madre me hizo reflexionar. Cada vez estaba más convencida que aquellos recuerdos que creía tener no eran más que producto de mi imaginación. Posiblemente fuesen una barrera para proteger mi presente de un pasado muy oscuro que no me permitiría proyectarme hacia un futuro feliz.
Me preocupaba mi cordura. Especialmente por aquellos extraños seres de luz que sentía que habían salido de mi interior y que también estuvieron presentes el día en el que nació mi hija. Negué con la cabeza para desterrar de mi mente ese tipo de pensamientos. Ya me había advertido el psiquiatra que no tenía que darle vueltas a ese tipo de cosas en mi cabeza si quería mejorar y yo realmente quería curarme. Me había explicado que la parálisis del sueño es un fenómeno de la mente más común de lo que se cree cuando uno está en ese extraño limbo entre el sueño y la vigilia. Me repetí por enésima vez que las criaturas de luz no eran más que un producto de mi mente, que no eran reales. Mecí a Ariana con ternura. Ella sí era real, era tangible, podía sentir su calor en mi pecho y en mis brazos. No tenía que dejar que los delirios controlen mi mente. Sin embargo, seguía dándome vueltas por la mente el recuerdo de aquel día en el que vi a los seres y sentí esa sensación de asfixia, dos de las primeras jóvenes rescatadas, habían fallecido en extrañas circunstancias.
Intenté volver a concentrarme en las noticias. Quizá, la desaparición del presidente no fuera tan mala para el país después de todo. Las protestas habían dejado de ser pacíficas hacía tiempo e incluso habían ocurrido algunos atentados sin víctimas fatales, pero que habían herido a algunas personas. Según creía mi madre, que el vicepresidente asumiera el control de la Nación, podría salvarnos de sufrir un golpe de Estado. Hasta ese momento la imagen del político era positiva.

viernes, 3 de enero de 2020

Capítulo 13: CONEXIÓN

La tarde posterior a las muertes anunciadas en el noticiario, me prometí a mí misma que haría todo lo posible por no dejar que el miedo me paralice. Si aquellos seres de luz venían por mí, intentaría aferrarme a mi vida con todas mis fuerzas, pero no podía dejar que los días pasaran de largo mientras esperaba que algo malo me sucediese. Ya había perdido diez años de mi vida. Así que me armé de valor y salí a las calles. Quería buscar un empleo para que la gente me viese como una persona valiosa y no como una carga. Aunque, quizá fuese yo la que tenía la visión más cruel de mí misma.
No me alejé demasiado. Recorrí los negocios de la zona ofreciéndome como vendedora, repositora o para cualquier puesto que pudieran ofrecerme. La mayoría de las personas con las que conversé ese día fueron tajantes en su negativa, puesto que no estaban buscando empleados. Sin embargo, tanto una mujer de un puesto de diarios como un vendedor en un negocio de lencería me dijeron que si les llevaba mi hoja de ruta, podrían considerar tenerme en cuenta para algún empleo. Les agradecí y les prometí que pronto regresaría para entregarles lo que me pedían.
No tenía idea de cómo armar una hoja de ruta, en especial porque no recordaba tener estudios ni ninguna experiencia laboral. Quizá, podría hablar con mi madre o incluso con Samuel quien a pesar de ser un niño era muy hábil con la tecnología y pedirles ayuda en cuanto regresaran del trabajo y de la escuela respectivamente.
Me dirigí a la plaza más cercana a mi casa y me senté en un banco en el que la gente había grabado algunas iniciales y frases de canciones o protestas. No estoy segura que fue lo que me llevó a aquel sitio en lugar de decidir regresar a mi casa, pero quizás hubiese sido el destino el que me guió hasta allí.
Al otro lado del arenero, más allá del sector de las hamacas, Miguel me saludaba agitando su mano y con una amplia sonrisa dibujada en el rostro. No esperaba volver a verlo hasta la siguiente sesión de terapia, pero allí estaba él y ahora se encaminaba hacia donde yo me encontraba.
Cuando llegó frente a mí me saludó con un beso en la mejilla. Pude sentir su barba incipiente sobre la piel de mi rostro. Lo invité a que se sentase a mi lado y así lo hizo.
Sentía latir a mi corazón demasiado fuerte. No estaba preparada para encontrarlo tan pronto y no sabía qué decir. Por suerte, fue él quien comenzó con la conversación.
—Te eché de menos el otro día en la sesión —dijo Miguel sin rodeos observando de reojo mi reacción.
Tardé unos segundos en responder. No estaba segura que esperaba que dijera. ¿Estaría esperando algún tipo de explicación por mi ausencia? No quería confesarle los verdaderos motivos por los que no había asistido a la última reunión.
—Sí, lo siento —¿Por qué me estaba disculpando? Me arrepentí apenas lo hice. Estaba actuando como una completa tonta —. Surgió un imprevisto y no pude llegar.
Era mejor que no diera demasiada información. Decidí cambiar de tema y salir del foco de la conversación.
—Entonces, ¿qué estás haciendo por aquí?
—Nada en particular. Salí a dar un paseo —Miguel se encogió de hombros—. Como sea, me alegra haber venido o de lo contrario no nos habríamos encontrado.
No pude evitar ruborizarme por completo. Miguel estaba coqueteando conmigo, pero yo aunque sabía que tenía al menos tres hijos, me sentía inexperta en ese tipo de cosas.
—Yo estuve buscando trabajo casi toda la tarde. —No me lo había preguntado, pero sentí que tenía que justificar mi presencia de alguna manera—. Recorrí unas cuantas tiendas.
Estaba muy nerviosa. Una parte de mí quería salir corriendo y otra parte quería quedarse con él, abrazarlo y no dejarlo ir nunca.
—Eso es genial. ¿Encontraste algún trabajo que te interese?
—En realidad, lo difícil es que yo les interese a ellos. Tendría que volcar mis datos y mi experiencia por escrito y llevar mi currículum vitae en estos días. El problema es que no tengo ninguna experiencia o por lo menos no recuerdo tenerla —dije soltando una risa amarga.
Me daba cuenta de que era muy mala para hablar con los hombres. Estaba vendiendo lo peor de mí. Temí estar arruinando cualquier oportunidad de tener un acercamiento romántico con Miguel.
—Yo también estoy en el proceso de buscar trabajo. Si quieres podemos quedar mañana así te ayudo a armar tu hoja de ruta y vamos juntos a buscar un empleo.
—La verdad es que me vendría muy bien tu ayuda. Gracias —dije sinceramente.
No estaba segura si eso significaba que tendríamos una cita, pero implicaba pasar más tiempo con él y colocar algunas fichas para mejorar nuestro futuro.
—Si te parece bien, pasaré a buscarte a eso de las tres por tu casa.
—Claro —dije sin dudarlo e intenté disimular la emoción que sentía.
—Intercambiemos números. Si tú quieres, claro.
Le pasé mi número y él anotó el suyo en la agenda de mi celular. Era el primer contacto que tenía si no contaba a mi pequeño hermano y a mi madre.
Me acompañó a mi casa porque yo quería estar ahí para recibir a Ariana cuando mi mamá la trajese del jardín maternal. Usualmente, la extrañaba mucho durante las horas en las que estábamos separadas, pero ese día creo que habría preferido quedarme un poco más de tiempo con Miguel.
Cuando llegamos a la puerta, él me dio un beso fugaz en la comisura de la boca. Luego se dio media vuelta y se marchó sin darme tiempo a reaccionar.
Lo observé mientras se alejaba sin volver la vista atrás. Su andar era tranquilo y la cálida brisa despeinaba con gracia su cabello rubio.

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder    Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas ...