viernes, 27 de marzo de 2020

Capítulo 25: SOMBRA EN LA NOCHE

Una noche cuando salí del trabajo y luego de despedirme de Mélody comencé a tener un presentimiento muy extraño, como si alguien me estuviera siguiendo. Miré hacia atrás, pero no vi a nadie. Aceleré el paso asustada. No sabía qué era lo que me seguía, pero tenía que llegar a mi casa pronto. Sentía que algo iba mal y no me equivocaba.
Al doblar por la esquina de mi casa sentí que me jalaban del cabello. Intenté escapar, pero fue en vano. Un hombre del tamaño de una mole me arrojó contra la pared de una vivienda y me tomó del cuello. No podía respirar. Comenzó a increparme en sus ojos podía ver el color del odio:
—Creías que ibas a poder escaparte, perra. Así me pagas todo lo que hice por vos. No te olvides que fui yo quien te sacó de ese antro y te colocó en la cima. Por apiadarte de esas prostitutas amigas tuyas todos cayeron. Me costó encontrarte, pero sabía que no estabas muerta como dijeron esas zorras antes de que las mate —soltó una risa amarga—. Al final también te traicionaron. Me dijeron que te golpearon en la cabeza y te tiraron a una zanja. Vine a recuperar lo que es mío.
Me soltó el cuello, pero me tapó la boca para que no pueda gritar. Me levantó del suelo como si no pesara nada y comenzó a arrastrarme algunos metros. Pensé que todo estaba perdido. Imaginé que regresaría a mis peores pesadillas.
Escuché un golpe sordo y nos derrumbamos. Sentí todo el peso de aquel corpulento y repulsivo ser caer sobre mí. Me quedé sin aire unos momentos, pero logré liberarme con ayuda de Miguel que había aparecido como un ángel para salvarme.
Comencé a gritar debido al terror que sentía y a la histeria contenida. Me abracé a Miguel llorando desconsoladamente. No entendía cómo había llegado hasta allí en ese preciso momento.
—Fue muy extraño, Julia me advirtió que estabas en peligro y vine a buscarte.
No me resultaba extraño lo que había dicho. Después de todo, a mí me pareció haberla visto en su ventana en cierta ocasión. Él tenía una roca ensangrentada aún en la mano cuando lo solté.
—¿Estará muerto? —pregunté temblando.
Miguel estaba pálido como un fantasma. Se puso en cuclillas y le tomó el pulso a aquel hombre que estaba desangrándose en el suelo.
—Aún vive. Llamemos a la policía.
Llamé temblando al 911 para pedir ayuda. Al mismo tiempo, noté que varios vecinos se estaban asomando por las ventanas de sus casas. Es curioso cómo la desgracia atrae a las personas como aves de rapiña sobre una criatura a punto de morir.
Un patrullero no tardó en llegar y poco después se hizo presente una ambulancia.
—No te preocupes Leda. No te va a poder lastimar más —me dijo uno de los policías al pasar a mi lado.
Nos llevaron a declarar a la comisaría. Yo aún no había conseguido calmarme por lo que fue Miguel quien habló primero. Dijo que había ido a buscarme para darme una sorpresa a la salida del trabajo cuando vio que ese hombre estaba intentando atacarme sexualmente y lo golpeó con una roca que encontró en el pavimento. Yo no lo negué. Estaba muy confundida.
Ese evento había revelado información sobre un pasado que yo prefería negar. Quizás alguna vez, hubiese estado involucrada de alguna manera con la red, pero la vida que llevaba ahora estaba lejos de eso. Había construido un mundo ideal y no iba a permitir que los destellos de mi mundo anterior me lo arrebaten. Cada uno se construye a sí mismo a partir de decisiones que va tomando y si mis elecciones no habían resultado ser las mejores, prefería no saberlo. El peso de haber destruido vidas enteras era como una roca que no quería cargar en mi cuello. Era mejor olvidar. Comenzar de cero, como si nada hubiese sucedido.
Una llamada telefónica de la comisaría reveló que mi atacante había fallecido asfixiado en el hospital. No puedo negar que me sentí aliviada. El policía tenía razón con sus palabras. Aquel hombre ya no me molestaría. Me pregunté cómo podía ser que el oficial conociera mi nombre y lo que sucedería después, pero algunas veces es mejor ignorar las respuestas, porque la verdad es lo único que podría destruirme. Decidí que no dejaría salir los monstruos que habitan en mí. 
ALEJANDRA ABRAHAM    

viernes, 20 de marzo de 2020

Capítulo 24: RENUNCIA

Algunas veces la curiosidad es más fuerte que la prudencia y la sabiduría juntas.
Mi vida iba mejor que nunca. No tenía ninguna necesidad real de escarbar en mi pasado o en las confusas pistas que había recolectado tiempo atrás con la hipnosis. Aún así, desafiando la voz de mi conciencia que me rogaba no hacerlo, comencé a preguntarme por qué el modelo al que yo había creído conocer como mi Ian había sido tema recurrente en mis visiones.
Explorando en Internet, descubrí que realmente se llamaba Ian y se apellidaba Cruz. Era un modelo y cantante de Pop en ascenso, popular entre las preadolescentes. Él había forjado una importante fortuna a pesar de que no hacía sus propias canciones. Aunque en sus temas se lo mostraba sumamente seductor o con el corazón roto, llevaba siete años casado con su representante, un hombre atractivo que lo doblaba en edad.
Eran los padres de dos niños pequeños y aunque se mencionaba en numerosas entrevistas que habían alquilado vientres legalmente, no figuraba ningún dato sobre las mujeres que los habían dado a luz o de quienes eran las donantes de los óvulos.
Por un momento, barajé la fantasiosa posibilidad de que fueran mis hijos y de ir a conocerlos, pero luego de ver las imágenes de la mansión de Ian y su pareja me di cuenta de lo absurda y egoísta que resultaba esa idea. Ellos tenían papeles legales y eran completamente felices. Además, las imágenes de mis recuerdos inventados no coincidían con esa realidad.
Entendí que seguramente jamás había conocido a los niños que di a luz. Los niños que tanto amaba nunca habían estado con migo. No había sido más que una matriz. Quizás los monstruos a los que había dado forma de seres de luz en mi imaginación reflejaban los monstruos reales que lucraban con vidas humanas.
Me preguntaba si habría sido una víctima o había alquilado mi cuerpo para gestar a los hijos de otros. Fuera como fuera, aquella que había sido había quedado atrapada dentro de los confines de un laberinto psíquico y deseaba con todas mis fuerzas que no regresara jamás.
Quizá, yo los había parido, quizá no. Pero lo que sí era evidente era que sus padres eran ellos y yo no era más que una completa extraña en sus vidas. A aquellos niños no les faltaba nada económicamente hablando y las fotografías en Internet revelaban lo felices que eran con unos padres que los amaban profundamente. Pensé que si ellos no eran mis hijos, los míos debían haber tenido una suerte semejante, puesto que suponía que la compra de bebés requería de un gran sustento económico. El alquiler de vientres era un negocio millonario ya fuese legal o no.
Yo deseaba lo mejor para ellos y si realmente eran mis hijos, prefería que crecieran con lujos que yo jamás podría darles con mi sueldo de camarera. Además, si me equivocaba y ellos no eran de mi sangre, quedaría confirmado que había perdido la cordura y podría ponerse en peligro el seguir manteniendo la tenencia de Ariana. En ese momento, ella y Miguel llenaban por completo mi vida.
Por otro lado, resultaba evidente que Ian jamás había sido mi pareja y era probable que sus hijos en realidad no fuesen míos. Posiblemente, hubiera incorporado esas imágenes ya que se trataba de una figura famosa del espectáculo y a partir de allí había construido mis recuerdos falsos. Dos hijos por mis dos cesáreas y un rostro hermoso como mi pareja.
Tomé la decisión de no hablar sobre los niños jamás con nadie, aunque no pude evitar recopilar información sobre sus vidas en las redes sociales y en los medios de comunicación. Era mi forma de saber que estaban bien sin tener que involucrarme realmente en sus vidas. Nunca supe si realmente los había dado a luz, pero al renunciar a averiguarlo, hice lo que consideré correcto.
Me pregunté si me habrían obligado a gestar los bebés de otros o si era yo quien había tomado esa decisión alquilando mi vientre dentro de una organización. Lo cierto, es que no recordaba nada de mi vida pasada. No sabía quién había sido durante esos diez años. Y si yo hubiera hecho algo malo durante aquel lapso de tiempo, ¿significaría que hora también era una mala persona?

viernes, 13 de marzo de 2020

Capítulo 23: UNIDOS

Miguel me había presentado a su hermano y a su cuñada con los que había congeniado muy bien. Ellos habían incorporado como efectivo a Miguel en su negocio de lavado de autos y parecían felices de verlo rehacer su vida conmigo. Los padres de Miguel vivían desde hacía algunos años en el extranjero y sólo había intercambiado algunas palabras con ellos por teléfono. Si la situación económica mejoraba era posible que vinieran de vacaciones el próximo verano.
Cuando junté el valor suficiente para contarle a mi madre que estaba de novia con él, ella se puso muy feliz por mí. Obviamente evité mencionar que estaba siendo tratado por ver a los fantasmas de su esposa y de su hija. No porque me avergonzara de aquello o algo así, sino porque no quería que lo juzgaran sin haberle dado siquiera una oportunidad primero para conocerlo.
Sucedió una noche de lunes, lo recuerdo bien porque era mi único día libre en el trabajo. Mi madre había preparado carne al horno con papas. Miguel tocó el timbre con la ropa empapada por la lluvia. Traía consigo una torta que él mismo había elaborado.
Lo saludé con un fugaz beso en los labios y le presenté a Ariana a quien llevaba alzada en los brazos. Ella tomó su dedo con una de sus pequeñas manos y sentí que me moría de ternura.
—Es muy hermosa. Se parece mucho a tí —comentó con cortesía ingresando al salón.
—Muchas gracias. Vamos a la cocina que ya está lista la cena.
Miguel me siguió hasta donde se encontraban mi madre y mi hermano menor. Los presenté sintiendo cierta emoción y nerviosismo al mismo tiempo. Las personas más importantes de mi vida estaban juntas en esa habitación. Esperaba que se llevasen bien y que aceptaran a mi pareja como parte de la familia.
—¡Qué bueno, una torta! —exclamó mi regordete hermano y todos reímos ante su expresión.
Mientras comíamos mi madre interrogó a Miguel sobre cada detalle de su vida. Él le contó sobre el accidente y sobre su familia, pero por fortuna evitó mencionar los temas que yo consideraba delicados. Aquellos que podrían poner un filtro de desconfianza en los ojos de mi madre.
Se mostraba agradable y seguro de sí mismo. Hablaba con una confianza que nunca antes había demostrado tener. A los ojos de cualquiera parecía el hombre perfecto. Había sabido ganarse a mi familia en tan sólo una noche y yo me sentía completamente feliz de que así hubiera sido.
Con el correr del tiempo, los medios de comunicación y la gente habían dejado de pensar en el caso de los prostíbulos, pues nuevas noticias se habían impuesto en la agenda pública. Sin tener nada que me recuerde todo el tiempo mi pasado olvidado y con mi vida yendo viento en popa, las pesadillas habían desaparecido por completo. Si mi vida fuese una historia de esas que tienen finales felices bien podría haber terminado ahí, pero la vida real difícilmente acaba como uno desea.

viernes, 6 de marzo de 2020

Capítulo 22: PALABRAS

Había deseado tanto convertirme en una persona normal que había acabado por creerme el papel que deseaba interpretar. Tenía amigos, un trabajo, una pareja, no era la mejor madre del mundo, pero lo hacía lo mejor que podía. En los últimos meses sentía que todo marchaba bien. Sólo la verdad hubiera podido derrumbarme, porque no hay nada más duro que la verdad.
Miguel me había confesado que el fantasma de Julia, su esposa lo seguía visitando, pero que le había dado su visto bueno para que rehiciera su vida conmigo. Ella quería verlo feliz. Debo reconocer que aunque el misterio que envuelve a la muerte siempre resulta inquietante, me alegraba por lo menos saber que Julia y yo concordábamos en desear la felicidad de Miguel. Aún así, una parte de mí sentía como si su corazón estuviese dividido en dos. Nunca iba a ser completamente mío.
La primera vez que me dijo que me amaba, estábamos en aquel banco avejentado de la plaza en donde nos habíamos encontrado demasiado tiempo atrás. Él tenía apoyada su cabeza sobre mi regazo mientras yo le acariciaba el cabello.
—Te amo —exclamó de repente y sin previo aviso.
—Yo también te amo.
Se incorporó y me dio un tierno beso en los labios. Nos quedamos abrazados hasta la hora en la que yo debía regresar a casa para recibir a Ariana y estar un tiempo con ella antes de partir hacia el trabajo.
Es extraño el poder que tienen las palabras. Pueden destruir por completo o levantar a una persona. Le dan significado a nuestras vidas y le dan un nombre a todas las cosas.
Las palabras de Miguel al decirme que me amaba me hicieron sentir una sensación de plenitud que ninguna otra frase me había hecho sentir jamás y a la que sólo podría equipararse la primera palabra que pronunció Ariana.
Ya hacía algunos días que mi hija se impulsaba y gateaba por toda la casa. Dormida era más hermosa que un hada de cuentos, más tranquila que una flor en primavera, pero despierta era un torbellino imparable, hermosa como una tormenta de verano.
Yo la observaba arrastrarse con la panza sobre el piso de madera de la sala cuando me miró muy seria y me dijo:
—Mamá.
Corrí hasta donde se encontraba y la abracé muy fuerte. Esa era la primera de las muchas palabras que aprendería a decir. Ella comenzó a reír y yo me uní a su risa. La besé en la frente como sólo una madre sabe hacerlo compartiendo ese mágico momento solas las dos.
Un pensamiento oscuro atravesó mi mente de repente, porque así era mi vida, estaba llena de algunos momentos dulces y de otros amargos. Pensé en las cesáreas, en mis recuerdos falsos y pensé en mis hijos. Esperaba que si era verdad que habían nacido que por lo menos, hubiesen podido tener la oportunidad de vivir con una familia que los ame así como yo amaba a Ariana. Esperaba que donde fuera que estuvieran se encontrasen bien y que no les faltara nada, pero yo había aprendido que no era lo mismo desear algo y que aquello que deseaba fuese real.  

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder    Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas ...