viernes, 27 de julio de 2018

EL PODER OCULTO CAP 15

  CAPÍTULO 15: FRAGMENTOS DE CRISTAL                       
   Al caer la noche, comenzaron a aparecer las primeras estrellas. Cuando llegaron mis padres, mi madre palideció al ver el modular vacío. Me apresuré a decirle:
   —Cuando llegó el frente de tormenta se abrió la ventana  y las copas se cayeron del modular haciéndose mil pedazos. No fue mi culpa. No pude hacer nada más que juntar los fragmentos de cristal.
   Mi madre parecía estar a punto de llorar. No comprendía que las cosas materiales que se pierden sólo tienen un valor económico y las pérdidas emocionales son las irreparables.
   Yo no podía, ni quería explicarle lo que realmente estaba sucediendo. Me limité a decirle:
   —Son sólo copas mamá. No te preocupes por algo tan vano como eso.
   Agregué sarcásticamente:
   —Gracias por preocuparte. Ni Samanta ni yo nos lastimamos.
   Frunció el seño y ordenó mientras me apuntaba con el índice que me fuese a mi habitación.
  Solté una risa exagerada y subí a mi cuarto. Sabía muy bien, que esa risa la iba a molestar. No encontraba otra manera para desahogarme. Me sentía absolutamente desprotegida y no podía contar con nadie que me escuche, me consuele o me defienda.
   Al entrar a mi cuarto, me pareció ver un resplandor en la ventana. Me dirigí a ella, para asegurarme si había sido sólo un relámpago o quizás... algo más.
   El cielo estaba salpicado por miles de estrellas. Intenté convencerme  a mi misma de que había sido sólo mi imaginación. En ese momento, sentí como si un trozó de hielo recorriera mi espalda y me estremecí.
   Apoyé mi mano derecha sobre la ventana siguiendo un impulso. El vidrio se empañó en el instante en que mi palma toco el cristal helado y sentí como si mi piel se quemara con el frío.
   Retrocedí unos cuantos pasos sin apartar ni un segundo la mirada del cristal. Por unos instantes, el contorno de mi mano quedó dibujado. Samanta, junto a mí, observaba atemorizada con todo su pelaje erizado.
   No comprendía lo que estaba sucediendo, era verano y parecía que una ola polar azotaba mi ventana, y tan sólo mi ventana. Esa noche la temperatura superaba los 20ºC.
   Aunque, pensaba que nada más me podía sorprender, nuevamente me sobresalté al ver como un aliento invisible trazaba sobre el vidrio las siguientes palabras: "Ya ha nacido y sabe de ustedes. Protegelo". Inmediatamente, se borró. En voz baja repetí:
   —¿Ya ha nacido?
   Un golpe sordo retumbó, seguido de la voz de mi madre.
   —Tamara, ¿qué rompiste ahora?... Descuidada.
   Miré hacia atrás con odio y al volver mi vista hacia la ventana, se veía totalmente nítido hacia afuera y tan sólo quedaban algunas gotas de rocío que acariciaban el cristal.
   Era tan alucinante lo que me había sucedido, que a cada instante me surgían nuevas preguntas y quería comprender. No entendía el mensaje. ¿Quién había nacido y sabía de nosotros? ¿Quiénes éramos nosotros? Supuse, que seríamos Teby y yo o quizás mi familia y yo. "Protegelo"... definitivamente estaba dirigido a Teby.
   Decidí rendir homenaje a los elementales para que me otorgasen el poder de las visiones. Cada vez, me resultaba más difícil descifrar la encrucijada en la que me hallaba inmersa.
   Esa noche no bajé a cenar. Tampoco me habían llamado. Supuse que estaba castigada. No me importaba. No tenía hambre.
   Me recosté junto a Samanta envuelta por el aroma de los sahumerios y sin darme cuenta me quedé dormida.
   Al despertar ya había amanecido y me decepcioné al recordar que mi sueño había sido tan sólo un sueño. En él, una niñita hermosa jugaba con una serpiente, mientras cantaba una canción que no pude recordar.
   Mientras me preparaba para bajar a desayunar, decidí que era  el mundo cotidiano el que me tendría que dar algunas respuestas y supuse que la magia no me las había otorgado porque estaba abusando del poder.
   Obviamente, había una forma alternativa, más convencional, como comenzar preguntándoles a mis padres. Además las respuestas del mundo mágico abrían nuevos interrogantes. De todas formas, seguiría manteniendo el conjuro para averiguar la identidad del padre de Teby.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

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