viernes, 16 de noviembre de 2018

PORTALES CÓSMICOS (Pertenece a laColección de cuentos EL PERIODISTA)


   Matías se aferró a su asiento. Era la tercera vez que se subía a un avión, pero aún no lograba acostumbrarse al despegue. Observó por la ventanilla y vió que los objetos parecían desplazarse a toda velecidad. Se sintió oprimido contra su respado y cerró los ojos por un instante.Al abrirlos se dió cuenta de que estaban volando.
   Se relajó un poco una vez que ganaron altura y el aeropuerto se tornó lejano. El periodista envidiaba la capacidad de relajación que tenía Rodrigo. El fotógrafo se había quedado dormido apenas habían tomado asiento y ahora roncaba a su lado.
   Aunque el vuelo a Misiones no era demasiado largo, lamentó no haber tenido el tiempo para reemplazar el celular que le habían robado hacía unos pocos días. Cuando le ganó el aburrimiento, sacó la libreta que siempre llevaba con sigo y se puso a dibujar.
   Nunca había sido un asiduo dibujante, pero su mano guiaba la lapicera como si supiera lo que hacía. Una vez que terminó, contempló el producto con orgullo. No era ninguna obra de arte, pero para alguien que llevaba años sin dibujar, resultaba satisfactorio.
   El retrato en tinta de aquella misteriosa mujer que había desaparecido y posiblemente se había robado su celular, sonreía con malicia desde el centro de la hoja. Matías cerró su libreta y la guardó en el bolsillo de su campera de jean. Era mejor que Rodrigo no lo viese. Aunque el fotógrafo había sido testigo de como lo habían dejado plantado, Matías no había mencionado la pérdida de su teléfono. Para conservar su orgullo, había dicho que lo había vendido para comprar uno mejor y le estarían entregando el nuevo equipo en unos días.
   Una vez en el aeropuerto, Rodrigo rentó un auto. Matías aprovechó el viaje hacia el hotel, para apreciar el hermoso paisaje. La vegetación era exuberante y entre los diferentes estratos de la selva se veían pájaros increíbles. Llegó a distinguir un tucán cuyos colores contrastaban con las distintas tonalidades de verde. Momentos como ese lo hacían amar su trabajo, ya que era como estar de vacaciones.
   Se registraron en una pensión que estaba enfrente de un lujoso hotel. En el baño de la habitación había unas hormigas que tenían el tamaño de la uña de un pulgar que debían haber entrado ahí por una ventanita que permanecía entornada. Matías esperaba no toparse con ningún otro tipo de insecto gigante, especialmente en el lugar donde pasarías las siguientes noches.
   No se demoraron demasiado dentro de la habitación y se dirigieron al hotel internacional en donde se suponía que iban a encontrarse con un reconocido investigador paranormal.
   En Buenos Aires, cuando se enteró que la estrella del canal de historia iba a llegar al país, había movido cielo y tierra para poder pactar una nota con él. El joven periodista se sentía bastante identificado con aquel experto en ufología y esperaba algún día llegar a ser tan famoso como él.
   No pudo evitar sentir como la decepción se apoderaba de su ser, cuando la recepcionista les comunicó que la reserva había sido cancelada por un contratiempo inesperado. Matías y Rodrigo compartieron la misma mirada sombría. Habían invertido muchísimo tiempo para convencer a su jefa de que era muy importante hacer un viaje a Misiones y así conseguir el testimonio del investigador paranormal más famoso del momento. Si no conseguían hacer una nota que justificase la inversión económica que había hecho la revista, se jugarían sus empleos.
   Afortunadamente no tuvieron que esforzarse demasiado en  encontrar un evento relevante que estuviese a la altura de la frustrada entrevista. Apenas salieron del hotel, dos señores mayores se dirigieron hacia ellos y fue como si el universo moviera los hilos del destino a su favor.
   A partir de ese momento se dieron una serie de eventos que se fueron desarrollando de la manera correcta para que pudieran conseguir una nota tan buena o mejor que la que habían ido a buscar.
   —Disculpen las molestias —dijo el más alto de los hombres quitándose la gorra y dejando al descubierto una calvicie insipiente. —¿Son ustedes los enviados del canal de historia?
   Guiado por un impulso y sin saber muy bien por qué lo hacía, Matías mintió.
    —Sí —dijo y esquivó la mirada de sorpresa de Rodrigo.
    —¡Excelente! Mi nombre es Luis y mi compañero se llama Diego, pero le dicen El Mudo. Quedó tan impresionado la primera vez que abrimos las puertas cósmicas que no volvió a hablar el pobre. ¿Están seguros que quieren hacerlo hoy? Si no lo hacemos esta noche vamos a tener que esperar otras tres lunas llenas para hacerlo —. Luis les dedicó una mirada muy seria mientras El Mudo asentía en silencio.
   —Sí. Por supuesto, estamos preparados para enfrentarnos a eso —esta vez fue Rodrigo el que habló.
   Matías se relajó un poco. Quizás pudieran seguirle la corriente a aquellos hombres y apropiarse de la nota que tenía planeado el programa de ufología. Con un poco de suerte no serían descubiertos y podrían conservar sus empleos después de todo.
   —Disculpe mi atrevimiento, señor, pero por lo que nos dijo su asistente por teléfono, imaginé que me encontraría con alguien de más edad.
   Palideció. Se sentía descubierto, no sólo estaba claro que no era un investigador de cuarenta y tantos años, sino que su acento delataba que era argentino. Intentó parecer despreocupado e improvisó:
   —Me disculpo en nombre de la producción del canal. Se suponía que iban a avisar que surgieron algunos imprevistos y el equipo no pudo llegar. Sin embargo, sabiendo que los fenómenos astronómicos eran propicios para la apertura de los portales, optaron por asignarnos a nosotros, sus corresponsales de Argentina.
   No pasaron más que unos pocos segundos en lo que Matías contuvo la respiración esperando a que Luis dijese algo. Afortunadamente, creyeron su historia.
   —Bien, bien. Es bueno que los jóvenes se interesen por temas serios como estos —dijo dándole una palmada en el hombro al periodista.
   El Mudo hizo unas señas que Matías no comprendió y luego Luis lo tradujo para ellos:
   —Si les parece bien, deberíamos ir yendo. Lo mejor es empezar el ritual al anochecer, cuando apenas se hace visible la luna llena. ¿Tienen auto?
   —Claro, la producción nos dio uno —Contestó Rodrigo. Se notaba que estaba nervioso y Matías pensó que sus frases resultaban algo sobreactuadas.
   —No se preocupe, mi hijito. No es más que un portal de comunicación con los habitantes de otros planos de existencia. No le harán daño, aunque debo admitir que puede ser una experiencia fuerte para quien lo hace por primera vez —. Luis había interpretado el nerviosismo de Rodrigo como miedo o quizás Matías había interpretado el temor como nervios por fingir ser quienes no eran.
   La conversación no se demoró mucho. Luis les dijo que era chamán y que dirigía a un pequeño grupo de personas para que encontraran su camino psíquico-espiritual. El Mudo, era el hermano de Luis y había sido dotado con el poder de curar a la gente. Sólo tenía que tocar a la persona con sus manos y el dolor se aliviaba.
   Matías y Rodrigo dieron nombres falsos e intentaron no brindar demasiada información sobre ellos ya fuese real o inventada. Luego subieron a su vehículo y siguieron al auto del chamán cuyo caño de escape iba tirando una nube de humo gris a medida que avanzaba.
   El paisaje era precioso, pero había muchísima pobreza y cada vez que se detenían ante un semáforo o una señal de tránsito, grupos de niños humildes que no podían superar los doce años, se acercaban a ellos vendiendo piedras semipreciosas o pidiendo monedas. Cuando llegaron a la humilde casa de Luis, Matías había adquirido una colección de piedras para regalarles a sus padres, a sus hermanos e incluso había comprado unos pequeños árboles de la vida hechos en piedra y alambre para Florencia y Gastón, sus compañeros de trabajo.
   La diferencia de temperatura que había entre el interior del coche con aire acondicionado y el sofocante calor exterior hizo que Matías se mareara un poco al bajar. Siguieron al chamán por un pequeño sendero en la selva. Lamentablemente no se habían colocado repelente y al llegar a la vivienda estaban cubiertos de picaduras de mosquitos.
   La cabaña de Luis consistía en cuatro paredes de madera con un techo de chapa. En el interior estaban esperando una decena de personas de diferentes edades. Todos se presentaron con mucho entusiasmo y Rodrigo les tomó algunas fotografías. Luis dijo que no había problemas de que filmases o sacaran fotos hasta que el ritual comience. Una vez que abrieran los portales cósmicos, tendrían que ser respetuosos con los habitantes de otros planos y no podrían usar ningún tipo de cámara.
    Se sentaron en círculo con las piernas cruzadas y Luis comenzó a decir algunas palabras en lo que Matías supuso que era guaraní, aunque no estaba del todo seguro. Una anciana les sirvió una taza de té a todos los presentes mientras Luis con los ojos en blanco seguía hablando. La taza de Matías consistía en un envase de yogurt que había sido lavado. El té artesanal estaba bastante bueno, aunque él lo hubiese preferido con un poco de leche y una cucharada de azúcar. A su lado Rodrigo que estaba muerto de sed por el calor húmedo que hacía en esa pequeña habitación, se tomó su bebida caliente de un sorbo y le sirvieron más enseguida.
   Alguien encendió una fogata en el centro de la habitación, lo que a Matías le pareció una pésima idea, pues no sólo hacía como cincuenta grados ahí adentro, sino que la cabaña era de madera. Rodrigo tomó una fotografía al fuego y la anciana le pidió amablemente que le entregara la cámara, pues no debería haberlo hecho. El fotógrafo se desprendió con pesar de su objeto más preciado. Matías sintió algo de pena por él. Desde que lo conoció, sólo lo había visto separarse de la cámara para bañarse o dormir y sabía que si llegaba a perderla sería como si le robasen una parte de su alma.
   Algo en el fuego hizo que Matías apartase la mirada de su amigo. Una sombra muy negra tapaba la luz del fuego. Era como una silueta humana y se hacía cada vez más nítida. A pesar del calor, un escalofrío recorrió su cuerpo e hizo que su sangre se helara.
   Observó que a su lado Rodrigo temblaba y lloraba sin disimular. Tenía la miraba fija en el fuego y se lo notaba consternado y con un profundo pesar.
   No era el único con el rostro empapado por lágrimas y sudor. En la ronda muchos habían comenzado a llorar y algunos hablaban en voz baja con la sombra.
   Era una situación bastante aterradora, pero Matías sentía curiosidad ante todo. Tenía que haber algún truco, quizás un proyector escondido en la habitación. Miró a su alrededor, pero no vio nada extraño aunque seguía mareado por el calor y la deshidratación. Tomó un poco más de té. No había notado en que momento le habían servido más y hubiese preferido una gaseosa bien helada.
   La misteriosa sombra avanzó hacia donde él estaba sentado. Era como si su rostro sin facciones se hubiese concentrado en él. Se arrastró aún sentado hacia atrás con el corazón latiendo a toda velocidad en su pecho.
   Luis había asegurado que no podían hacerle daño y se aferró a ese pensamiento para no salir corriendo. El algún momento Rodrigo se había dejado caer y ahora lloraba como un niño abrazando sus piernas.
   El chamán aplaudió y apagaron el fuego con un balde de agua. El humo hizo que la gente comenzara a toser. La sombra ya no estaba y las personas parecieron volver en sí. Rodrigo volvió a sentarse y limpió su rostro con las palmas de sus manos. Tenía los ojos enrojecidos, pero había dejado de llorar. Matías, por su parte se sentía completamente embotado y confundido. Quiso tomar un sorbo de té, para aclarar su mente, pero alguien había retirado todas las tazas.
   Entonces lo comprendió. Seguramente habían colocado alguna especie de droga en sus bebidas y quizás también en la fogata. Seguía mareado y tenía el estómago revuelto, la sombra que había visto tenía que haber sido una alucinación causada por algún estupefaciente. Quería salir de allí lo antes posible.
   Rodrigo se le acercó y su voz resonó como un eco en su cabeza.
   —¿Viste lo que yo vi? —. Tenía la voz algo ronca y la mirada ausente. —Era mi papá. Es decir, falleció de cáncer cuando yo tenía cinco años, pero estoy seguro de que era su silueta. Es triste, pero a la vez me alegra de que pueda seguir viviendo aunque sea en otro plano y que haya algo más. Mi mamá es católica, yo nunca creí en nada de esto hasta hoy. Es bueno saber que hay algo más y que no dejamos de existir, ¿verdad?
   Matías no tuvo el valor para decirle a su amigo que pensaba que habían sido drogados y asintió con la cabeza.
   Rodrigo recuperó su cámara y le enseño disimuladamente una fotografía que se suponía que no debían haber tomado. La sombra que Matías había visto había sido capturada en la imagen aunque se veía algo difusa, pues recién comenzaba a formarse.
   El fotógrafo bloqueó la pantalla de su cámara, pues Luis se dirigía hacia donde ellos estaban.
   —Espero que puedan utilizar lo que vieron en el programa. Lamento que no pudiesen filmar, pero en el otro plano los entes son sensibles y no sería conveniente que ninguno de esos seres quedase atrapado adentro de una cámara.
   Rodrigo empalideció, pero no dijo nada.
   —No hubo problemas con el depósito inicial. Les parece si me pagan ahora el resto del dinero. No es sencillo abrir los portales con extraños presentes y mucho menos para que se haga público a través de un programa. Requiere mucho esfuerzo y concentración —. Luis se veía bastante ansioso por cobrar.
    Matías improvisó:
   —La producción se pondrá en contacto con ustedes mañana mismo y les hará llegar un cheque con el dinero acordado.
   —Entiendo. Bueno, ya nos veremos, chicos. Estaré pendiente del programa, para ver este episodio cuando salga —. Estrechó sus manos y se fueron.
   Una vez en el auto. Rodrigo se mostró un poco paranoico. No le agradaba la idea de tener un fantasma atrapado en su cámara y estaba seguro que en cuanto no recibiera el cheque prometido, el chamán les lanzaría una maldición. Matías intentó tranquilizar a su amigo sin obtener resultados.
   Unos días después, su nota salió publicada en la revista para la que trabajaban en realidad. También, se enteraron que el estudio de filmación del programa para el que habían fingido trabajar había sido cancelado por un incendio en el canal. Rodrigo estaba convencido de que por su culpa el chamán había lanzado una maldición hacia el estudio de grabación y a pesar de que amaba su antigua cámara la vendió por mucho menos dinero del que le había costado. Luego, se compró otra que si bien tenía peor resolución, no tenía ningún fantasma atrapado allí.
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

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