viernes, 15 de noviembre de 2019

Capítulo 6: OPERATIVO REALIDAD

El día en el que nació mi hija sentí que me arrancaban la mitad de mi vida.
Aquella mañana mi mamá preparó café y tostadas. El calendario colgado en la cocina anunciaba que recién en nueve días iba a nacer mi bebé. Le comenté a mi madre que de los nombres que había sugerido, me había gustado mucho Ariana. Samuel fingía estar inmerso en la lectura de un libro de Calabozos y Dragones, pero llevaba varios minutos sin pasar la página, por lo que yo estaba segura de que nos estaba escuchando.
A mis espaldas, el televisor nuevo pasaba las noticias. Mi mamá frunció el ceño y subió el volumen. Giré la cabeza para observar sobre mi hombro. Aún no me acostumbraba a la alta calidad de imagen, pues diez años atrás tan sólo teníamos un viejo televisor de tubo. Una reportera hablaba desde la entrada de una chacra.
Habían desmantelado una importante red de trata de personas. Hasta el momento habían encontrado a más de ciento cuarenta mujeres que habían sido esclavizadas en burdeles clandestinos. Nueve personas ya se encontraban detenidas, entre ellos se destacaba un importante funcionario del gobierno y se estaba investigando a muchos otros políticos que podrían estar involucrados. Además, se hablaba de una presunta venta de bebés en maternidades clandestinas. La fiscalía señalaba que podría haber una vinculación con la policía que habría facilitado el funcionamiento de los prostíbulos desde hacía más de veinte años. De esto daba cuenta las declaraciones de dos víctimas que se habían logrado fugar hacía algunos meses y posteriores escuchas telefónicas.
Llamaron al teléfono de línea y mi madre se apresuró a contestar. Bajó el sonido del televisor para poder conversar. Noté que Samuel había dejado su libro sobre la mesa e intentaba escuchar lo que mi mamá decía. Ella se limitaba a asentir. La conversación no duró demasiado. Cuando volvió a la mesa confirmó lo que yo ya sospechaba.
—Creen que podrías haber sido víctima de esos malditos... —su voz se quebró antes de que pudiese terminar la frase. Se dirigió hacia donde yo estaba y me abrazó muy fuerte—. Al ser tan linda. Tus hijos deben haber sido hermosos y los deben haber vendido muy caros. Con razón no logras recordar nada. No debe haber sido nada bueno aquello por lo que pasaste.
Mi madre se puso a llorar y yo la abracé con más fuerza. Luego, Samuel se unió también al abrazo. Yo no estaba segura qué debía creer, pero sentía un enorme dolor en el alma y en el vientre. Sentí una punzada que me atravesó desde la parte baja de la panza hasta la espalda. Fue tan fuerte que me hizo gritar, al poco tiempo sentí otra y otra más.
Mi hermano pequeño se apresuró a llamar un Uber desde su teléfono celular.
—No estoy lista. Es demasiado pronto —la idea de parir en ese momento me asustaba profundamente.
—Tranquila, querida. Todo va a estar bien. Estoy contigo —repetía mi mamá sin dejar de acariciarme el cabello.

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