viernes, 21 de agosto de 2020

Capítulo 12: Ayuda

Capítulo 12: Ayuda

   Después de la puesta del sol, le propuse a Tamara cenar conmigo y  con nuestros compañeros de clase, pero ella rechazó la oferta. Me dijo que le había prometido a sus padres que iban a cenar en el departamento que les habían asignado para poder conservar su unidad familiar. Además, quería tener una conversación a solas con su padre. Estábamos convencidos de que Alan sabía mucho más de lo que habíamos creído hasta ese momento.
   —Si querés, podemos intentar encontrarnos en un sueño esta noche —propuso Tamy antes de separarnos a los pies de la escalera.
   —Me parece bien. Nos vemos más tarde, preciosa.
   Nos dimos un tierno beso de despedida. Ella subió hacia el primer piso y yo me dirigí al salón comedor. Esperaba que los chicos no se hubiesen molestado por haberlos ignorado aquella tarde. Aunque lo cierto era que me sentía radiante de felicidad por el acercamiento con Tamara. No podía dejar de pensar en sus labios, en sus ojos y en su perfume que me recordaba a las flores silvestres en primavera.
   Encontré a Shasha, a Sebastián y a Natasha cenando pastas y me senté en un asiento libre junto al pequeño pelirrojo. 
   —Creímos que estabas con tu novia y no quisimos molestar —dijo Natasha.
   Era imposible descifrar su estado de ánimo. Su voz se escuchaba completamente neutra. 
   —Cenará con sus padres —me limité a responder.
   —¿Eso significa que ya tenés novia? ¡Felicidades, hermano! —agregó Sebastián que sonreía ampliamente. 
   —¡Me alegro mucho por ustedes! —festejó Sasha  con la boca llena.
   Técnicamente, no le había pedido a Tamara que fuera mi novia, pero explicar eso me pareció demasiado rebuscado y opté por agradecerles a los muchachos.
   —Podemos llamar a una camarera y que te traiga algo de cenar —sugirió Natasha cambiando de tema. 
   —No se preocupen. Coman ustedes y los acompaño un rato si no les molesta. 
   No tenía hambre. Seguía pensando en la hermosa tarde que había pasado con Tamy y estaba ansioso por encontrarme en un sueño con ella por la noche. 
   —No seas terco —insistió la joven—. Si no comés algo vas a desaparecer. Estás muy delgado. 
   Insistí en que no era necesario, pero me ignoró. Llamó a la camarera y ordenó por mí un plato de tallarines con salsa. Me sorprendió que se preocupase por mi salud, pues apenas me conocía. Nadie aparte de mi madre había puesto jamás tanto interés en mi dieta. No sabía si estar agradecido o asustado, pero terminé optando por comer unos cuantos bocados antes de abandonar mi plato alegando estar satisfecho.. Debo reconocer que el violeta de sus ojos me resultaba inquietante algunas veces. 
   Durante la cena, conversamos un poco sobre la profecía de Ailén y de los trucos del viejo Al, ninguno estaba seguro sobre qué debíamos pensar de todo aquello. Teníamos la certeza de que algo realmente malo sucedería en cualquier momento y lo único que podíamos hacer era prepararnos lo mejor posible. Debíamos adquirir más conocimientos e incrementar nuestro poder mágico, para de esa forma, poder hacerle frente a lo que fuese. 
   Me despedí de los tres y subí a mi habitación. Una vez allí tomé mi Grimorio y comencé a pasar las frágiles páginas con mucho cuidado. Después de más o menos una hora me di por vencido. No había ningún conjuro ni sugerencia para ligar mis sueños a los de otra persona. Decidí que lo mejor sería seguir mi intuición.
   Me recosté en mi cama y purgué mi mente de cualquier tipo de pensamiento que pudiera distraerme. Me concentré en Tamara y tracé un hilo de energía mental que me unía a ella. Imaginé una luz verde que nos protegía y aislaba de decenas de mentes que habitaban el hotel. No fue sencillo seguir concentrado en esa conexión y dejarme llevar por el sueño. 
   Me transporté a un páramo helado. El hielo relucía bajo un sol intenso. A lo lejos, detrás de un espejismo de agua, distinguí dos siluetas lejanas que se hacían cada vez más grandes. Me dirigí en dirección a aquellas sombras que cobraban forma humana. Una de las siluetas era más alta y llevaba a la otra de la mano. A medida que me fui acercando distinguí a Tamara y a Cristina. 
   Algo en aquella niña hacía que mi sangre se helara aún más que el hielo por el que caminaba. Bajo mis pies se arremolinaban grupos de ondinas luminosas y me acompañaban como si quisieran protegerme. 
   Cuando me acerqué lo suficiente, distinguí que la niña estaba llorando en silencio y el rostro de Tamara estaba compungido por el dolor. Algo no estaba bien. 
   —Tenemos que ayudar a Cristina —dijo Tamara sin mover los labios y su voz resonó en mi mente como un eco lejano. 
   Intenté hablar, pero había olvidado cómo hacerlo. Fue Cristina quien habló. Ella comprendía el lenguaje de los sueños y se movía por ellos con completa libertad.
   —Necesito que me ayuden. No tengo a nadie más. No sé si papá querrá ayudarme, pero mamá quiere hacerme algo feo, muy feo —su voz se quebró y se limpió las lágrimas con su pequeña mano—. Cuando baje mi primera sangre, enlazará su alma con  la mía y poseerá mi cuerpo. Llevan haciéndolo durante generaciones, no le importa que yo deje de existir. Las costumbres así lo requieren.
   Si hubiese podido comunicarme de alguna manera, le habría preguntado cómo podíamos ayudarla a evitar que aquello sucediera. Se veía tan pequeña e indefensa que sentí ganas de abrazarla, pero una parte de mí seguía sin confiar en ella. ¿Qué sucedería si era una trampa para guiarme hacia el aquelarre de mi madre biológica?
   Me desperté temblando y empapado en sudor frío. Si lo que la niña decía era verdad, entonces ella realmente estaba en peligro. Imaginé a un ente de sombras y de miedo poseer las almas y los cuerpos de mis antepasadas y un escalofrío recorrió todo mi ser. ¿Estaría relacionado de alguna forma con la profecía de Ailén? ¿Existiría alguna forma de detenerlo? 

   Pensé en mi padre y me pregunté si sabía lo que sucedería con su hija en algún tiempo. Cristina no confiaba en él o por lo menos  no estaba segura si debía o no hacerlo y por eso nos había buscado a Tamara y a mí. Sin embargo, aún no estábamos listos para enfrentarnos a algo así. Todavía teníamos algunos años para prepararnos, hasta que mi hermana alcanzara la pubertad, pero quizás jamás podríamos llegar a ser tan poderosos. Por otro lado, si Crisy era capaz de rastrearnos sin dificultad y la mujer que nos había dado a luz se apropiaba de su ser, estaríamos todos perdidos. Lo mejor sería buscar el modo de detenerla antes de que bajase la primera sangre de Cristina o de lo contrario no habría forma de escapar de ella.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder    Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas ...