viernes, 28 de agosto de 2020

Capítulo 13: La filosofía de la magia

Capítulo 13: La filosofía de la magia

   Aquella mañana me encontré con Sasha, Sebastián y Natasha para desayunar juntos en el salón comedor del hotel. Noté que el jugo de naranja estaba tan amargo como  mis pensamientos y supuse que Raquel, la madre de Tamara, como nueva nutricionista podría ser la culpable de la peor calidad de la bebida. 
   No podía dejar de pensar en el  sueño que había tenido con mi hermana. Ya no la percibía como una amenaza hacia mí, sino como una víctima de mi madre y me sentía impotente al no poder ayudarla.
   Varios grupos de turistas conversaban animados a mi alrededor disfrutando de sus vacaciones como si nada más importara en el mundo. Hubo algo en aquella escena que me recordó unas vacaciones que había pasado con Susana en la costa cuando era muy pequeño. El calor de la arena, el sol, el bullicio y la gente. Creo que al dibujar aquellos recuerdos los fui construyendo mejores que lo que en verdad fueron, pero deseé por un momento que todo hubiese resultado diferente para ella. 
   —¡Uy perdón! Me olvidé que Andrés me había dicho que fuéramos a la biblioteca para la primera clase con el profesor de Ciencias Sociales y Humanidades —exclamó de pronto Sasha mirando su reloj y poniéndose de pie. 
   —¿Ahora? —preguntó Sebastián que acababa de pelar una manzana y se disponía a morderla. 
   —Tendríamos que haber ido hace como cuarenta minutos —dijo el pelirrojo pasando  una mano por sus alborotados rulos.
   —Bueno, mejor vayamos. Seguro que ya no podremos causar una buena impresión de todas formas —agregó Natasha.
    Los cuatro nos dirigimos a la biblioteca en donde nos encontramos con Tamara, quien me regaló una sonrisa tímida, y con su padre que parecía aburrido por la poca concurrencia que había tenido su clase hasta el momento. Natasha se disculpó en nombre de todos y el docente hizo un gesto con su mano para restarle importancia. 
   Me hubiera gustado tener unos momentos a solas para hablar con Tamara antes de la clase. No estaba seguro cuánto sabía Alan de nosotros, no solo sobre nuestro poder mágico,  sino también respecto a nuestra reciente relación. No parecía un hombre estricto, pero no sabía cómo podría ser de suegro. 
   —No se preocupen, muchachos, a su edad también odiaba madrugar. Bueno y ahora también, pero al menos me pagan por eso —rió de su propio chiste y solo Natasha lo acompañó con una risa falsa por mera cortesía. 
   Me senté junto a Tamara y luego los demás se ubicaron alrededor de la mesa. 
   —Me dijo el señor Rochi que la escuela les enviará pronto el material a distancia para que cada uno rinda las materias necesarias según el año en el que estén, pero aquí pueden traer todo tipo de dudas. Serán como clases de apoyo y al mismo tiempo reforzaremos algunos conceptos importantes que no son muy relevantes para el sistema educativo, pero son muy útiles para… Bueno, olvidé para qué era. Solo digamos que para ustedes es importante. Entonces, como todavía no llegó el correo con sus materiales de estudio podemos tener una primera clase un poco informal. 
   El docente fue ganando seguridad en sí mismo una vez que comenzó a hablar. Nos dijo que era profesor de Historia y tenía doctorados en Filosofía y en Psicología Social. A continuación, nos fue pidiendo a cada uno que nos presentáramos y así lo hicimos, aunque la mayoría ya nos conocíamos desde antes. 
   Alan preguntó en general sobre qué temas nos gustaría profundizar y Sasha se apresuró a responder antes que los demás:
   —Magia.
   —Un tema sin dudas muy interesante que ha estado presente en todas las culturas a lo largo de la historia de la humanidad. La base de la magia consiste en creer que hay una conexión sobrenatural entre un sujeto y el mundo que lo circunda —comenzó a explicar Alan, pero Sasha lo interrumpió.
   —¿Qué hay de los elementales?
   —Me gusta esa efusividad con la que estudias. Creo que ya tengo un alumno favorito —dijo posiblemente en broma—. Algunos creían que aquel que logre controlar los cuatro elementos podría tener dominio absoluto, sin embargo, cabe preguntarnos para qué alguien querría un poder semejante. En mi humilde opinión si bien el mal absoluto no existe lo más parecido es tratar de ejercer dominio sobre los demás. No está mal seguir tus propios deseos, pero siempre y cuando nadie más salga lastimado o perjudicado. 
   —¿Se pueden controlar los cuatro elementos a la perfección? —habló Sasha quien parecía muy divertido con la clase y se había tomado el hecho de ser el mejor alumno muy en serio.
    —Podrías comenzar por intentar controlar tu propio cuerpo. Mi madre solía decir que el cuerpo vuelve a la tierra, el agua fluye por nuestra sangre, nuestro aliento se funde con el aire y pobre de aquel que no lleve el fuego de su espíritu encendido —dijo Alan con cierta melancolía en la voz—. De todas formas, es solo una sugerencia, porque tan solo los necios se fían de todo lo que se les impone como verdad y restrinja la libertad del pensamiento. 

   Las clases continuaron hasta pasar la hora del almuerzo. Después de un tiempo todos estábamos participando y filosofábamos sobre distintos temas que surgían. Alan era una persona muy agradable y me costaba trabajo entender cómo había podido casarse con alguien como Raquel que era estructurada y cruel. Tamara había encajado a la perfección en nuestro pequeño aquelarre y eso no me extrañaba en absoluto ya que era una persona increíble. Era dulce, empática, divertida e infinitamente hermosa. Si no tenía cuidado podría acabar enamorándome de ella, aunque quizás ya había sucedido. Las veinticuatro horas e infinitos momentos que conformaban mis días parecían tener sentido cuando estaba cerca de ella. 

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