viernes, 7 de septiembre de 2018

EL PODER OCULTO CAP 21

          CAPÍTULO 21: LA LLAMADA INESPERADA
   Una vez en casa, recurrí a mi grimorio y busqué en él la palabra "péndulo". Realmente, me intrigaba saber por qué mi abuela no lo utilizaba como elemento adivinatorio. En unas páginas escritas por su madre, encontré la respuesta. Ella explicaba que el péndulo es solamente un medio para canalizar la propia energía adivinatoria y que es tan útil como cualquier otro método de adivinación, si es que el poder de la percepción esta en su poseedor.
   Ella le aconsejaba con ternura a mi abuela, que antes de creer en sus respuestas, probara de alguna forma, si éste le resultaba el medio más adecuado para canalizar su poder. Ahora, comprendía que seguramente mi abuela optaba por otros métodos más afines a ella. También, le comentaba, que algunos lo utilizaban para canalizar la energía sanadora y que otros lo empleaban para encontrar agua o metales preciosos. Yo comprendí, que simplemente era un instrumento que nos rebela nuestra propia intuición. Me dispuse a probarlo y  a probarme.
    Tomé un mazo de cartas muy viejo que mi padre utilizaba para jugar al solitario. Separé las copas y los bastos. Los mezclé y me dispuse a tratar de adivinar preguntándole al péndulo. Yo preguntaría: ¿Es copa esta carta? El péndulo respondería girando afirmativa o negativamente y haría una estadística de los aciertos y de las fallas.
   Comencé la prueba de mi percepción extrasensorial. Con las primeras siete cartas las respuestas del péndulo fueron las correctas, pero la octava no lo fue. Hasta la quinceava carta, nuevamente fueron acertadas, la siguiente errónea y las siguientes fueron todas correctas, sin incluir la última. Había acertado veintiún veces y fallado sólo tres. Me parecía bastante aceptable para utilizarlo, pero aún así, cabía la posibilidad de que se equivocase. Ganándole a mi propio orgullo interno, interrogué:
   —¿Sabré hoy algo de Esteban?
    El péndulo empezó a temblar y luego giró en sentido afirmativo. Sonreí, pero sentía que acababa de mentirme. En ese momento, me sobresalté al oír el timbre del teléfono.
   Contesté. Era la persona a la que más necesitaba oír en todo este último tiempo, pero por alguna razón, no experimenté felicidad al escuchar su voz. Por un instante mi corazón dejó de latir. Recordé mi sueño. ¿Él haría que mi corazón se convirtiese en piedra? o ¿sobrevendría el pacto de sangre?
   —Tamy, necesito verte… algo me estuvo pasando estos últimos días.
   Pensé con ingenuidad que se había dado cuenta de cuanto me quería y necesitaba, pero en realidad, creo que sólo me necesitaba.
   —Bueno, está  bien. Vení a buscarme, si te parece.
   Me respondió con mucha frialdad en su voz:
   —Ahora voy.
   Colgó, sin decir ni siquiera adiós.
   Unos minutos después, lo escuché tocar el timbre. Al abrir lo encontré de pié, mucho más pálido y delgado que la última vez que lo había visto. Sus ojos estaban enrojecidos, como si hubiese llorado. Debajo de ellos, se dibujaban unas finísimas líneas color violeta. Tenía los nudillos sangrando y en su brazo izquierdo, se distinguían finos cortes. Sentí muchísimo dolor al verlo. Por un instante me invadió la culpa por no haber estado a su lado para protegerlo de aquello que lo había herido. Más aún, porque yo me sentía muy fuerte. A mí algo me había atacado y había podido controlarlo yo sola. Los signos que había dibujado y los encantamientos que había hecho, no permitieron que las sombras nos hicieran daño ni a mis padres ni a mí.
   — ¿Quién te hizo eso?
   Evitando mi mirada respondió:
   —No fue nadie…
   —¿Por qué te hiciste eso?
   Sentí que se me cerraba la garganta. Me preguntaba, por qué estaría tan atormentado y optaba por autoflagelarse. Me miró. Podía ver el miedo reflejado en sus ojos.
   —Ya no importa… —dijo y volvió a bajar la mirada—. ¿Puedo pasar? —preguntó con voz seca.
   —Claro —me apresuré a contestar y lo invité a sentarse. Así lo hicimos ambos.
   Una vez en el sillón comenzó a hablar.
   —Necesito decírtelo. Frecuentemente, escucho y veo muchas banshees cerca de mí.
   Sentí que mi mundo se derrumbaba. Luchaba por que se fuese de mi mente el profundo temor de perder a Teby para siempre. Por un momento, imaginé que su aliento se tornaba helado. ¿Por qué lo seguían las banshees, esos diabólicos espíritus que se alimentan del miedo a la muerte? Hasta donde yo sabía, el llanto de una banshee era presagio de muerte, pero él sentía muchas a su alrededor. ¿Podría ser un augurio incluso peor que la muerte?
   Lo abracé intentando protegerlo y en ese momento, un grito proveniente de la nada nos estremeció a ambos y nuestro abrazo se hizo aún más estrecho.
   Le comenté asustada:
   —A mí también me pasaron muchas cosas extrañas desde la última vez que te vi. ¿Quién nos puede estar haciendo ésto?
   —No es a vos. Creo que es sólo a mí a quien buscan. Aunque ahora ya no sé realmente si no te buscan también. Hace ya mucho tiempo que escucho el lamento de las banshees. Sé que las escuchaste, aunque sólo un par de veces. Antes de conocerte, soñé varias veces con un grupo oscuro que intentaba dominarlas. Para dominar el destino, supongo. En ese momento pensaba que eran sólo sueños, pero sobrevino aquel en el cual se me revelaba el paradero de mi grimorio y entonces comprendí que algo o que alguien manipulaba mis sueños. Cuando vos escuchaste la banshee, la noche en que nos conocimos, yo pensé que me podrías ser de utilidad. Debo confesar que me acerqué a vos para sacarte información, pero después…
   Nos invadió un incomodo silencio, luego continuó:
   —Pese a que yo escuchaba a las banshees, aunque no tan cerca como ahora y tenía la certeza de que alguien las quería controlar, llegué a pensar que a mí no me podían hacer daño… Podía escucharlas. Sabía lo que hacían, pero por alguna extraña razón, no se acercaban a mí. Tuve la soberbia y negligente idea de sentirme casi inmortal. Por un momento, pensé en atraerlas para…estudiarlas. Por otro lado, el grupo que pretendería controlarlas, ¿por qué querría destruirme o evitar mi muerte? Acaso, ¿soy alguien importante para esas personas que ni siquiera conozco?
   — ¿Estarán relacionados con tu padre? o ¿habrán descubierto nuestra magia a través de los elementales?... Sé que los elementales pueden rebelar nuestra presencia, aunque ignoro cómo.
   Teby me miraba muy serio, como sorprendido por lo que le había dicho. Quizá porque mencioné a su padre, pero creo en realidad, que él nunca había considerado la posibilidad de ser descubierto por magos más poderosos que nosotros.
   Le dije:
   —Vi sombras y algo rompió la cristalería de mi madre. Un ser inmaterial me anunció que era necesario que yo te protegiera. Quizá puedo hacer en tu casa los rituales que hice en esta… o los que hacía mi abuela para alejar a las banshees…
   Me interrumpió.
   —No, no quiero alejarlas. Quiero rastrear de dónde vienen. No creo que las banshees me quieran matar. Al menos, no por ahora… Creo, que están cerca de mí por algún otro motivo y deseo averiguarlo. Tengo más miedo por vos, pero necesito que me ayudes con tus ideas y con lo que puedas averiguar. Por las dudas, no estemos demasiado cerca. A mí no me puede pasar nada, pero a vos… No sé cómo protegerte.
   No podía creer la soberbia y la ingenuidad de sus palabras. ¿Quién se creía que era?  Hasta donde yo sabía, no había nadie capaz de controlar a esos seres y supuse, que si acaso eso era posible no podría hacerlo sólo un aprendiz de mago. Me horrorizaba y a la vez me atraía la siniestra idea de disponer de la muerte. Me sorprendí de mi misma al pensar en eso. ¿En quién me estaba convirtiendo? ¿Se podría utilizar a las banshees para matar, amedrentar e impedir la muerte de aquellos que no queremos que mueran o… de nosotros mismos? Hasta ahora, las banshees y la muerte, eran como sinónimos para mí. Tal vez, él creía poder controlarlas y las ansias de poder, cegaban la evidente verdad. ¿Cómo no se daba cuenta, de que era él y no yo quién estaba en peligro? Aunque muy en el fondo, a mí también me fascinaba la idea de tener ese poder.
   Una pregunta paso por mi mente y aunque era un poco incómoda, no resistí la tentación de formularla.
   —¿Las banshees, no te rondarán… porque primero… —Hice una pausa, reflexionando en lo que diría —... intentaste controlarlas?
    Respondió, sin mostrarse sorprendido:
   —Es obvio, que yo solo no soy capaz de hacer algo así.
   Él nunca dijo que no lo hubiese intentado. Luego agregó:
   —Además, aún no estoy seguro si alguien puede controlarlas realmente. La muerte en sí está relacionada con ellas, pero quizá sólo la anuncian. Puede ser, que lo único que hagan sea alimentarse del miedo que uno siente antes de morir.
   Asentí con la cabeza.
   —¿No crees, que puede significar que tu muerte esté cerca?
   Le  pregunté y él me dedicó su media sonrisa.
   —No te preocupes, no pueden alimentarse de mi miedo a la muerte, porque yo no le tengo miedo a la muerte.
   Comenzaba a molestarme su actitud soberbia.
   —Estoy seguro de que hay un grupo poderoso que de alguna manera ya las controla. Mi padre podría estar involucrado. Él me debe haber inducido los sueños reveladores. Quizá si yo puedo descubrir quién las envía, pueda encontrarlo a él.
   Yo agregué:
   —Si es que hay alguien que las envía.
    Él sonrió sin darme mucha importancia. Se levantó y acariciándome la mejilla dijo:
   —Bueno preciosa, nos vemos.
   Lo acompañé hasta la puerta. Él me besó en el rostro y se alejó acomodándose su flequillo hacia el costado.
   Me quedé en la puerta y observé como se alejaba sin haber hablado absolutamente nada sobre nuestro último encuentro bajo el álamo. Esta vez, el miedo a perderlo por un caprichoso juego de vida y muerte me estremecía. Sabía que él quería controlar ese juego y eso lo cegaba. No podía ver que el peso de semejante poder podría convertirlo en un ser temible.
   Por otro lado, si teníamos la posibilidad de poseer ese don y lo rechazábamos, corríamos el riesgo de que alguien más lo manipulase a su antojo, sin que nosotros podamos oponernos. Cualquier opción podría producir un desbalance en el delicado equilibrio universal. Me preguntaba si yo, al tener ese poder, seguiría siendo yo misma o me sentiría como un dios. ¿Sería posible evitar la muerte? Me convencí a mi misma de que no era posible, pero… ¿y si lo fuese?
AUTORA: ALEJANDRA ABRAHAM

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Capítulo 30: El poder detrás del poder

Capítulo 30: El poder detrás del poder    Los magos y brujas que integraban el séquito de mi madre se arrodillaron y colocaron sus velas ...